No puedo
Publicado en Dec 15, 2023
No puedo renunciar. Simplemente me es imposible impedir que mis manos vuelen a tu cintura, que me entretienen en las esperas de mil años, porque deben tardarse las princesas. Te volviste verdad húmeda, ternura acelerada..... y fueron tus rieles mansos a donde recogías al desterrado, al que ya era una sombra casi sin girones. En una copa roja recojiste mi sustancia:( Residuos sin recuerdos ) esa que había perdido al proclamárseme muy muerto. Yo no festejé mi hastío sentado en las sucias sentinas sin alquitrán,ni supe deletrar lo que era canto, por que mi techo era un recuadro de madera: un marco quemante que atribulo a la noche viva, y mi mente acre fue cerrada en inconciencia. Los gritos y bocinas me llamaban a lugares utópicos que siempre eran de ciegos vueltos doblado escombro, basura paulatina No había ternura en mi galera de esclavo encandilado. Y tan extensa era mi tragedia, que entre las ninfas de mi se comentaba que mi desgracia perforaría los mundos y torcería los lirios. Se reventaba siempre un No en sigilo que en tarareaba las noches desde un hacha. No tenía noción del claroscuro, de las ménades, o de las ubres henchidas de paz sacra. Jamás tuve conciencia de las cabriolas que hacían las niñas en su alegría. Ni vi hembra en su convite inerme: mi cráneo no era cráneo, estaba desarmado. Desconocía yo lo que eran capiteles, rondas de flor de araucanía, bebida glamorosa y que la fruta vive ávida de volverse manzana, o durazno perdurando en la mesa. - Pero un día en que mis brazos se movían con el final estertor de una sola campana que se quebraba.- Trajiste la virtud del veredicto que se concede a los que mueren sin ver tierra. Cayeron las cadenas y fluyó allí la dulzura del agua, la bendición de una paloma pasajera. Y me sentí cuerpo yaciente progresando, al ver a Ulíses persiguiendo mariposas. Me instruíste tarde y mañana y a deshora y comprendí que te bañaba el vino blanco. Eras feliz cuando el cerezo se movía y tronaba al sonar mi grito suave. Trenzada de gardenias y corolas, brillabas y el Sol en una cueva se escondía. Entrecortada en tu ser de aire silvestre, siempre alumbraba tu piel de plenilúnios. Y me instruirte al verte en tu belleza, cruzada por sonatinas de ojos verdes. Y una vez toqué el hueso coloquial de tu cintura, mi mano se incendió en algarabía. Mis huellas a tus huellas se juntaron y cayeron gotas de sangre y sed a refrescar la tierra.¨
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