No era
Publicado en Jan 04, 2024
No era mi mundo este vacío ni el de nadie:
Mi vacío tenía consistencia y esta brevedad no hallaba peso Yo caminaba en pasos que caían, pareciendo estar insertos en los míos, en ángulos insustanciales: me llevaban sílabas despobladas, hacia curvas superficiales: la intensidad de todo derretida me desdibujaba y no emanaba mi coraje:Hora sorda de sonoras reticencias, simas y cimas abordaban mi no presencia suficiente: viento, aire, fuego, nada eran. y esa Nada se acumulaba, se disipaba el ser por ventanales que recortaban a mis ojos, y era mi sombra lugar de ecos que dormían. Yo despertaba ante el cristal que nombra y la piedra que se deshacía sin clemencia a los que perdieron su cuerpo transparente y tomaron el color que les dió el aire. Mi alma contraída se achicaba ante la nimiedad tan hueca de este orbe. Perdido en altas geometrías y a la retaguardia de una arquitectura contemplaba con los ojos cerrados incidencias: Cenicietos como páramos quemados. Nada se recreaba por ahora y se levantaban molestos mis asaltos. Estaba yo en un tiempo cristalizado, encerrándome en las pautas de algún minuto muy contrito Pactaron soledad las fortalezas que descubrían sus lados densos y diezmados.. Caí en hueco pulido, me lastraban las carencias que jamás fueran fulgurantes. Había una forma de tiempo en pasadizos como seres atrapados en letargos. Traté de huír de mí hacia manadas de segundos acurrucados en escalones tiritantes más no era yo el que corría, era mi eco bostezando que reptaba en un rebote del espejo, buscando la fruta inacabada de tres sílabas. Bajé por las escalas del otoño. Allí se revolvían tiempo y piedra, agua que perforaba las ventanas, escenas diáfanas , ventisqueros que en lo fuerte por lo oscuro desmayaran: nada abrevaba y era alta la sed de la ceniza. Mí corazón de vidrio había quedado en un lecho arropado por sus cruces. El desatino se dilataba en abstinencia y era mi ser inmanencia desechada. Sentí murales suaves, no impalpables y era ventisca congelada por el tiempo. No vaciaba la hora sus puñuales: fue nada mi bostezar, muy a deshora; fuí deshonra, Traté de trepar por otros sueños de enemigos que se odiaban sin reparos más eran intangibles a mi yemas encapotadas esos añicos perforados por lanzas de penúmbra. No penetraban las ramas de la luna en esta andanza y las lunetas su forma descreaban. Palacio hipnótico para mi sienes ténues: yo ví los nombres colgar de sus retratos y los delirios sus entornos remojaban. El palacio del epíteto dormía fiel a su centro y hasta una cara de selene se cerraba. Despegaba de mis cinco dimensiones sin emitir latidos, sólo extendiéndome hasta un lugar en que bostezaban acertijos. La noche siendo noche proseguía y desde su ventana entreabierta vigilaba. Subí, bajé, horadé y pisé contrasentidos. Era una hora de silencio advertida a no dejarse desvelar por espejismos. La paradoja contraída se incendiaba más no volvía en sí ni movía su cabeza: anidaba en sus vocales sin sonido. Hora resuelta a esconderse de las delicias con las que el céfiro atrasado se hizo péndulo. Momento de entera quietud, mi movimiento no llegó a perturbar a lo caído Y en cada rincón las hogueras desmontaban sus fuegos hasta palpar lo matutino. Ví a trepanar mi cráneo por cristales de nada ni de nadie. Yo y mis anhelos presuntos perseguían las singularidades que a mis ojos descentraran: la marejada se arrodillo ante un temple negro, se desmontaba la costa en las montañas para trepar a las alturas de las encinas paralelas que se seguían. No me acordaba de mis acordes ni mi nombre iba manchado con mala pulitura estrafalaria. Las sales exhalaban sus cristales y las ciudades apagadas se cegaron unas a otras con sus dedos de vidrio roto. No era la hora ni el momento, yo bebía un agua que se esfuma, una rosa del todo destemplada. Era de noche y la noche no era más que silencio inexorable. La vida se detuvo y se echó sobre su capa, desmembrada. Todo era perpetuidad que deja sus moléculas: en las trincheras se aliaban armisticios. No había gimoteo en el vacío: la vacuidad reinaba y sus espaldas eran dos vastedades: LLanura que flotaba y no era idea. Sin cuerpo la Distancia se encontraba: yo desperté y llovían almanaques. Mis relojes al unisono detenidos por rincones erosivos. y me acosté en mi lecho sin revancha: el camposanto me sabía ya rehecho pero le dejé dudas y partí en los helechos que el cielo descolgaba aún a esa hora regresando a descansar sin más imágenes. Afuera la noche se aferraba a ser más noche, pero en mi alcoba ya me volvía ingrávido y fue la norma con que venciera a las formas del desvelo que aún seguía: yo ya era pausa eternizada en el silencio: Ninguna primera luz se presagiaba.
Página 1 / 1
Agregar texto a tus favoritos
Envialo a un amigo
Comentarios (0)
Para comentar debes estar registrado. Hazte miembro de Textale si no tienes una cuenta creada aun.
|