Hubo un hombre y en él fue la presencia
               desperdigada, dispersada en las carencia de algún hijo.
               Lo enterraron de pié y su soporte fue sin opulencia.
               No fue titán desparramado o trozo de luna esparcida en los bastardos.
              Algo hirsuto y hosco, primitivo: muy apegado a su pasado inhóspito.
              Inhospitalario a veces, siempre arisco. De hígado fuerte y visceral
              Cruel como el sudor que lo agotaba,  y el cansancio se sirvió en un cáliz:
              Vaso que fue bebido y desflorado: no rozó su ánimo la copa brusca.
              Se fraccionó como lo detenido, una tarde que a la noche se entregaba.
              Murió sin pundonor: voló la psique y marchose en sus alivios.
             Murió enhiesto, vertical, nada dubitativo y jamás dió alimento a las palomas.
              Sin indecisión se fue tal como vino: arando en los dilemas de la tarde.
              Lo enterraron sin dudar en un escaparate: viejo como él, se corroía. 
              Sin apenarse al polvo lo devolvieron, debajo de su casa tan infecunda.
              Fué estéril en la muerte como en vida: no germinó de él ni un cardo fértil.
              Sin estremecimiento, de golpe fue arrancado y colocado donde no pisara bestia,
             la tierra lo contuvo sin sobresaltos : sin emoción o entonación de alarma.
             No hubo impacto constelar en los vecinos, ni turbación en los potreros que dejara.
             En vida como en muerte fue y nunca era, y jamás arrojó su alma a pulsar en los demás
                                                       una existencia.