Cruje, cruje la tiniebla
                en el rincón sonámbulo.
                Pasa el segundo tan despótico
                despotricando en su malas mañas.
                Desciende la bruma en lianas 
                con identicas manías a las que anoche tuvo.
                Sigue calcándose con frenesí la copia de la araña. 
                el momento, cruel e idéntico, vacía imágenes que toco.
                No combato la ironía del segundo, pasando en frenesí constante.
                Y la palabra se opone a mi tacto balbuceando movimientos fantasmales.
                Cohabito con todas las palabras, con sus raíces impasibles y ávidaz. 
                Lo que es identico a sí mismo se destruye en este reino onírico y secreto
     que alega haber forjado mi alma, poner piedras en mi honda, darme espadas que venzan.
                Todo aquí me elude como también me evado de mi opuesto.
     Nunca rocé a nadie con dedos de azucena ni lubriqué con su alma mis tres magras manos,
       ni pequé tan desmedidamente para sentir este flechazo eléctrico en un mundo exiliado.
       Mi ser se descompone delirante, mi ser que no portó jamás cuchillos y desechó ser azote.
           No recuerdo haberme embriagado tanto para percibirme en bodas de tierra y sangre.
         Pero he caído al pozo que roba mis secretos, al mundo de lo que es ingrato e ingrávido. 
       Sé que estoy sujeto a lo que mande mi mente,  mi mente a la que toco y que me niega 
     decirme sus gritos enmudecidos, ni por qué repite sus sollozos si no hay epifanía avistada.
             De la nada se suspende mi garganta, de esa nada que se suicida de las torres.
              Brotan de mí dos magros estertores que me permiten ser delgada hoja mustia.
 /La muerte se mueve donde la vida acecha, la  misma muerte que estruja rompeolas y es lasciva/
              y hace de los astros mutllación con navajas, hachas, azadones, epítetos nocivos.
              Esta descripción a sí mismo se escribe mientras me tienen atrapado sus espejos
             y es mala la arquitectura de estas sílabas, que se levantan en su sabor salobre.