Ahí donde el salitre
              deja su forma blanca y corrediza
              y el bajel se agota en pompas azuladas
              de las furias del agua escabrosa, pues lo repite áspera
              Entre decenas de tajamares idos y diques que cedieron
              y teas y antiguallas que ya fueron reliquias y ocupan oquedades no visibles,
               hoy cruzadas por los sesgos del olvido, tiznado en malumorado negro y mala organza
              donde la costa es costa solamente si un pronombre las nombra.
              Tu ser de acantilados con piernas rompeolas
               y manos estilizadas que amansan caracolas y repliegan  a los piélagos.
             Todo lo que sale de ti enaltece tus formas que van cegando a Júpiter. 
              Azabache sacado de un tizón de la luna, ardoroso líquen cenital,
             pasas como la espuma callada, la mar que mucho sabe murmura tu apogeo.
             Quizás alguna vez te mojaste de arena porque sale de ti toda naciente...y credo,
             Y díste límites al agua para que no anegara a los se forman de piel y barro esquivo.
              Te amplías y te enraízas en las playas que copas con musitar de algas. 
    Más nada puede verte con tu cetro perfecto, con tu calor unanime y el mandato que calzas...
              Más te intuyen marinos solitarios  y serenas acuciosas que inhalan lejanías.
              Para el hombre mortal que duerme entre maderos y merienda su pesca,
              no eres más que ilusión celebrada en anonimato largo.
              Pero ahí vas, hermética, visión que no avizoro, pero algo la nota el corazón friolento,
              más únicamente un atisbo, mientras amarra su bote sudoroso y se lava.
   Yo provengo del mar como ola rasgada y mientras vibro y caigo sé que unos ojos me miran.