Ayer no hice nada:
          Me censuró la luna de manos descolgadas.
          Todo reposó en  intenso reposo: bostezaba el desgano pero no se movía:
           No arrastré la silla ni quebré el alfabeto, ni calenté mi horno pues el frío menguaba.
           Era domingo y mi sombra sabía que lo era en sus pasos de agua detenida.
           Fué el cántaro vasija inmóvil, tatuado con tatuajes del sábado, cuando anteayer era.
    Los domingos paralizan las trombas,  y hasta sueltan a la azucena los que la desmigajan. 
           Un paréntesis se abre del sábado hasta el lunes y la quietud es reina y regente rígida.             /Va la viuda a la misa, va a su caja el muñeco y se cuelga de las perchas la imagen y su forma: /  Nada va a liquidarse en las cretinas guerras: mi YO de sombra y cuello se sienta sobre un lastre/
        y la orografía de la dulce risueña se recoje en las flores que anteanoche cortara.
         Ese silencio es serio y preludio de un silencio mayor que mientan los oráculos.                   /Se ha detenido el viento en la magra cornisa y el cereal comido es repetición, hecho pasado/.
        Las obsesiones dejan su talle de bandera y ningún astro canta qué nos robó Selene.