Incendio.
Publicado en Jan 29, 2024
Incendio.... palabra descollante. Habitación del fuego que incinera las más luctuosas tapias de los muros: Te veo quemante entre los aparejos brasa ambulante que en visión camina. Más tus ojos azules, silentes, prefijados....... intíman. y más gríses que todo lo que fue incandescente y termino en ceniza. Eres de esa brasa absoluta que me devora todo el ser y la sed mata. Te miran esas lumbres pequeñas que contristáranme cremando mi amuleto que una viuda me trajo al acudir a mi sepelio y lo enterró en mi mano. Vivía yo en el luto que dan los cementerios, donde se prohibe gotear entre los pájaros. Confluí de cinco continentes y de los cuatro cardinales la tristeza me trajo, bañado en sangre lóbegra, investido en un cuerpo donde el negro era la única textura que quedaba en la paleta obscura de falsas acuarelas y el silencio se elevaba en el levante quebrando de ceguera mis dos ojos, que dominaban el lugar de lo inhóspito. Yo era elemental y perdidizo era, y atravesado por ríadas de sombras y riachuelos sombríos. Desconocía qué altas son las teas y el paso muy ligero de los seres lumínicos /y mucho menos presentí el pundonor de la la luz que desenmascaraba todo, ni qué era alegría/. Ni de ti, ribeteada de albores, flotando allí donde el lobo huyera hacia su sombra. Amaneció y el calor te cobijaba y eras llama dulce que sacia aún a los ladinos. Delante tuyo un arcoíris iba lanzando prismas como si fuera un diluvio de cerezas. / Tan fina: sentimental en tu lumbre instantánea, soltando primaveras, descarrilando otoños:/ y con la fortaleza del milagro, alumbraste mis ojos y entonces fue tu color mi maravilla, el matiz deslumbrante de tu estela de oro, mirando siempre al sur de lo que habias pisado, / y me rejocijé como las cosas ténues llevadas a la algazara que sopla y salta al dorso de la hoguera,/ / descubriendo que no hay dolor tan fuerte como el del engañado que no conoce al tilo y el relumbre augusto de filas de apamates: aquel que jamás degustara de los azúcares ni néctares de presencias balsámicas, y que fuera laúd carente de sonido, adherido a lo tóxico, que no vió las elipses de tu belleza fuerte ni tus blancas credenciales de cielo descendido... Y fue lo ígneo para mí mi ventura: tu dócil látigo me eligió del cobalto mestizo /llevándome a vivir en saturnales y a tañer hojarascas hasta sentir sonidos que toman la laringe/ hasta hallar tu silueta entre las músicas y conocer la espina quieta del romance y que la armonía está en lo encantatorio de ti, tejida por las llamas sin coraza. .
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