Blanca
Publicado en Feb 06, 2024
Blanca, cúbreme con tu yedra
los ojos secos como yeso de estatua. Cúbreme con tu cuerpo de página que es brizna de piel que me comen el alma y me hacen cicatriz que lame con su boca cada hoja escondida: La boca que remuerde la blancura que sacia, salida del pergamino excelso que es tu cuerpo sereno: Te mueves como fronda de árboles, tu follaje sobre mi me engalana y me echan decúbito en tu calma riente mientras nievas y nievas en tu blancor sagrado. Y luego me sucede que me encuentro varado en mi dorso, silente, en suspensión supina, disfrutando el aroma de tu pecho de selvas en renuevo: como pequeño vástago que devora mis labios vas creciendo, no con sabor albino, sino con el furor de los árboles rojos, que savia y sangre tienen y que embisten con furia de aluvión o corola quemante que demanda amor contraluz: la paz orgánica que fuíste se hace tromba de seducciones golpeándome fuerte donde esperé ternura: es la pasión en hachas como ríos precipitándose en vorágine enorme, en tolvanea magna infundiéndome su estallido total y leona te vuelves donde te ví paloma sosegada, dándome de ese rojo que ha detonado en ti y vuelto una fiera sin cólera, hambrienta de mi carne que fue débil e insípida hasta ese Sol fuerte en que te envolviste y el fuego epitelial demandó tomaras mis entrañas y quemaras lo frágil que me volvió la luna, y la paz que donabas se volvió tempestad y ví la vida color de vida y me erguí súbito en esta tu borrasca y fuí contigo luz de destello intenso, cópula consagrada a hervir en largos alaridos y como el rayo que enceguecido ve, desgranamos los cuerpos no vitalícios ígneos por una noche extensa en que adherimos el uno al otro renaciendo de lo que fue dormido por inviernos fugaces y fuímos fuego verde con aroma a canela bajo los gajos curvos y volatiles de este mar imperial que fue de hojas que no vió tal estrépito desde que lo soñara una pareja parda en su camino que presintió ser yesca más no inició el desgarro sin garras en que ambos viramos: seres inseminados por las flamas, como incendiadas lianas y vibrátiles nos mordimos el rostro y el camino: nudo inhalante éramos y somos y respiramos de plexo a plexo, los sudores en que nos retorcemos.
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