Así fue mi vida
Publicado en Feb 08, 2024
Así fue mi vida: lenta de alas.
Crucificada mañana, tarde y noche. Desenterrada y enterrada cada madrugada con un dolor sincero que ni se deshace ni pasa. Luché contra las normas con fragor verdadero. y los sacrificados me llamaron valiente porque, inmisericordes, me trizaron, trillaron, me inmolaron mil veces, lanzando alrededor de mí sus vilipendios. Con su parafernalia de eterno ser en leva me ofrendaron a mí, su presa consagrada. Nada de ellos salió más que desmenuzamiento, por que mi cuerpo les fue concedido para expiar y ofrendar su insensatez y afrenta, concretada en lo pálido: La hora, el minuto y el segundo eran y me embestían, punzando con su ariete a un mundo atosigado. Tiempo, que desvanece médulas y diseca los huesos desconociendo de la seda azul que te puse en las manos y de los brazaletes de la misericordia que recaló en las mías cuando reconocía la luz de tu presencia y tu olor granizado: muy pegada de ti la holgura de la organza, la lana presumida, el clamor de relámpagos que hizo de tu melena un Olimpo mayor, sin la escayola ya de la niñez remota y con manos de patria abundante de ríos. Antes de perderme yo fuíste cascada, oda solar, azúcar manuscrita, voz que menoscababa al viento en pillería, que mordiera latones. Fuíste estribillo lunar, copa incólume, obelisco que salta y cantata de piélagos que descamaba el martirio de los ciegos. Fuíste soplo y velámen y viento almidonado que ondeó en mis praderas y la bondad unigénita en ti se acendraba y encantos y prodigios concedías al mundo proverbial de este ciego al que infectaste de tus mañas rosadas. Éramos tú y yo y un escaso paréntesis y en el instante estabas haciendome los ojos, para verte rodeada de fraguas amarillas y mares sin vendaval escrita en lo sencillo, pero partiste sin dejar siquiera el sabor que sobraba en tu amuleto: No hallé tu pisada que menguaba a la luna ni la sidra caliente amarrada a tus venas... y fue para mí el tiempo de caer y de roerme el reloj destructor, el segundo minado, la hora llena de soledad que inicia las debacles y marca el final de la vida con su visible luto, todo me consumió y no quise invocar al astro que caía ni a seres proletarios como yo, consumían ensenadas y eran de mosto negro. Y caí, aunque luché y trate de eludir, al centro del estrepito, donde el minuto era verdugo y carcelero y sufrí ascendiendo mi dolor desflorido y el dolor me tragó como hueso quebrado, como simple deshecho echado a las bahías del luto y el tiempo proletario se paró sobre mí cual pájaro maleficó, y me crucificó con sus ansias de arpía muy insana que proclamaba la muerte de su presa. Entonces fueron las guadañas y rompieron mi espacio y la cadena vil me asió de las muñecas varándome en su ego, me fueron deshojando las quejas del salitre y el segundo pesado.
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