La misiva perdida.
Publicado en Feb 11, 2024
Este es el físico de la carta que me fuera enviada por ella y que, por vanas razones inútiles de mencionar ahora, yo la recibí veinte años tarde. Hoy la reproduzco. JCRC “Hola, cariño. ¿Cómo estás tú..? Yo, nada bien y pasándola mal… Extrañando tu necesaria presencia y luchando con mi desesperante soledad. ¿Suponías, acaso, que podría yo olvidarte..? Nunca, porque en la piel de mi alma dejaste una imborrable cicatriz con tu nombre. Recuerda que lo nuestro fueron buenos años muy bien nutridos, llenos de momentos cálidos y maravillosos sentimientos que en mí se grabaron muy hondo y para siempre. Quizás, tambien tú te acuerdes, cuán dulces y dramáticos fueron tus besos ardientes que me quemaban la boca y entrecortaban mi aliento, con tus lúdicas e intrépidas caricias, y esos audaces e íntimos trances que, sin vacilación, sacudían la base de mis cimientos, prístinas sensaciones que quedaron estampadas en mi corazón y que hoy ya son imposibles de erradicar.. El matizado espacio del tiempo fue surcando en nuestra vida brisas y vientos y las huellas registradas a su paso fueron, cada una, hitos de piedra; unas, quedaron sembradas gratamente en medio de jardines y prados verdes; otras, diseminadas en amargos lodazales que, humedecidas por lágrimas de pena, echaron raíces, tronco y ramas densas. En nuestros primeros diez años de la vida habíamos hecho una linda senda, muy lógica y cotidiana que bajo la raya para la suma, cada dígito debía ser trazado con una sonrisa inmensa; sin embargo, porque somos frágiles fragmentos de las circunstancias, una intempestiva y cruel tormenta fue capaz de atropellarnos y sacarnos de tan idílico camino. Así fue el hecho que le dio un creíble argumento a las indolentes bofetadas que nos dimos en silencio, llegando a herirnos mutuamente como si hubieren sido razones ciertas. Se acabaron las risas y los furtivos encuentros. Desaparecieron esas dignas emociones que nos entregaban tanta pertenencia, aquellas que con el solo verme, te excitabas, las que con tu sutil mirada hacían brotar de mis labios enamorados versos tiernos para tu sentir emocionado. No obstante hoy, penosamente, extraño tu presencia. Me hace mucha falta ese suave calor tuyo que deshacía siempre la gruesa escarcha formada en esas dolorosas instancias, las de los ciclos naturales, los que, a las mujeres, nos impone la ingrata regla de la existencia, aquellos que solo tú, con tu noble paciencia, me soportabas y aliviabas. Tú, por tu parte, he oído que sufres también mi falta; que desganado, taciturno y refunfuñón acudes a tu labor cada mañana; y por las tardes se te ve solitario, sentado frente a la barra de la taberna, con una copa en la mano ahogando en alcohol tu alma desierta… Desgraciadamente el orgullo de mierda y los estúpidos celos de una antigua jornada, quebraron nuestra dicha en un instante y nos arrojó hacia una obscura zona de odiosidades, estableciéndonos en ridículos dominios de ausencias y buscando, entristecidos, nefastas respuestas… Sin embargo, el dolor puede también esconder una virtud, y es la que nos esfuerza a encontrar la razón que le justificara, y como en esos instantes ya estamos sosegados y solos con la consciencia, surge, inevitablemente, la indiscutible consistencia de una verdad garantizada, pudiendo iluminarnos claramente el camino justo y necesario para llegar a cabo. Al menos yo, he visto que no puedo olvidarte… y quisiera que tampoco tú lo hagas para que, junto a tu perdón benevolente, volviéramos a comenzar nuevamente nuestro hermoso romance. Tuya por siempre, MJ LdeG”
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Richard Albacete