Mi corazón se hirió y tuvo apósitos.
Me movía yo del todo belicoso
y dentro de mí coexistían guerras.
Pugnaba con el tiempo y con la lluvia,
la soledad y el frío desamparo.
Lanzaba yo mis golpes al abismo
y estaba fatigado hasta la muerte
y me cortaron las hachas de la nada.
Yo, que fuí persecutor y salvaje
exhibí al fin la sangre y las heridas.
Caí en las falanges de lo férreo
y espuelas pavorosas me rasgaron.
Estaba yo investido en mi destino
y el viento inquisidor comenzaba a borrarme.
Pero llegaste tú de las areniscas
y te ensañaste en curarme de vejámenes.
Sanaste contusiones y desaciertos
y me sacaste del yermo y la desgracia.
Apuraste en mí todos tus cálices
y comí de tus panes y tus vinos.
Pusíste de nuevo mi cabeza en lo alto
y me enseñaste a ser yo cabalmente..
Ahora te visito en el levante
y te dejo mis besos entrenzados.
Rozarte a a ti es rozar la gloria.
Valoro los momentos que me otorgas
y el grandioso giro que le diste a mi vida.