Sin máscara,
             sin mi risa de rabía:
             sonoridad agónica
             que a los míos enluta.
             Yo y mi cuerpo en descarpada arena,
             con venas resquebrajadas y rellenas de fieltro
             sin animosidad ni ansiedad, ya seccionado:
             echado a las entrañas mismas de los vagos e ilustres.
             mi cuerpo seco en su sangre lívida....
             Quien me recuerde lo hará en traspatios pálidos
             por no ser yo y ser sombra y con gestos de vidrios.
             Debajo de algún túmulo tan grís de un tenor que desconoce sangres.
             Muerto ya, gélido y diluído, donde no crece yerba y los fuegos espanta.
             El aire, de siete manos blancas sobre mí ya no resuena anónimo....
             Respeta el velo en que envolvió mis sienes y les puso las tíldes del alóe
            y un aroma cenizo que encontró para dar en los Cárpatos. 
            Mis ojos ya se fueron con silencios de noche....
            La sed de la hora hundían mi ademán derruído:
            Ya no tenía dudas ni plenitudes, mis claridades jamás retozarían
            en la esencia de lo fue y no es ni pelearía más mi insomnio con la luna.
            Es fértil la muerte a los de carne blanda: su violencia no es tímida.
            Pero no ser, sin voz ni sin recuerdo supura un suave odio
            que sólo escucharán los mayores chamanes que van al camposanto.
      Como un joven de corazón derretido me sentiría si pudiera a mi mismo dirigirme un rezo.
          Anoche, una paloma se posó en mano y la manché y fue escoltada lejos por un insecto.
     Soy yo esa colina que comencé a olvidarme y, a la buena de Dios, me volveré un abismo
          donde nadie más pise ni se forje un recuerdo......