Aquél era un submundo. Las transacciones se realizaban a otro
nivel, distinto al acostumbrado del otro lado.
Estación Sur (Bahía Blanca/Argentina)
Un conglomerado de vagones, de y hacia la Patagonia, llegaban
de noche y también con la ayuda del sol; miles de cabezas,
ganado ovino, porcino y vacuno, un popurri de ruidos, olores,
mugidos, balas y gruñidos.
Constituían la producción, significaba ese ir y venir de
animales para el consumo; los cereales ocupaban,
a su vez, un distinguido lugar en dichos vagones, cargamentos
y cargamentos llenos de riqueza, producto de trabajo
y esmero de miles de paisanos, allí en aquellas tierras
benditas.
En frente propiamente, existía un mundo paralelo, no
obstante ocupado por personas, provistas de sus sentimientos,
ansiedades y problemas, pero de otra índole.
Edificios gastados por latigazos del viento y de la
incomprensión; casas que en su tiempo, quizás fueron cómodas
y agradables, tanto en su interior como fuera de sus ventanas.
Albergues, pensiones y destartalados sucuchos, donde una
simple cama de hierro ya era un lujo.
A pesar de todo, allí se vivía, o mejor dicho, se subsistía.
Cientos de individuos, marginados, en su mayoría, deambulaban
por aquella zona de la ciudad, situada a escasas cuadras de la
Plaza Rivadavia, centro neurálgico de la ferviente urbe sureña,
pero a años luz de la sociedad que los ignoraba, no obstante
les brindaba su albergue.
Las mujeres, de profesión vieja como la injusticia, disfrutaban
allí, un campo propicio que les permitía cumplir su cometido, a
sus anchas, en todo el sentido de la palabra.
Una decena de bodegones, bares ya hace añazos venidos a
menos, donde el dos por cuatro aún hacía mella, concentraban
horas y borrachos, alrededor de tablones, que en sus
comienzos fueron mesas.
Las esporádicas visitas de la policía, eran simples rasguños en
la compleja maraña delictiva que cubría toda esta famosa
cuadra. Era corriente, y supuestamente necesario, que se
efectuarán razias, como acto preventivo, con sus
acostumbradas y ridículas detenciones, que a la sumo duraban
una pocas horas, pues las posibilidades financieras de los
presupuestos policiales no eran suficientes como para otorgar
alimento diario a estos mal-vivientes, drogadictos y rateros.
Dos mundos separados por una abismal idiosincrasia,
permanecían activos, frente a frente, allí en la parte obscura
de mi ciudad.
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Nota del autor En el verano del 43, mi querida Bahía, me vio nacer
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BETO BROM/Israel
*Registrado/Safecreative N°1102068435684
juan carlos reyes cruz
Un abrazo muy cálido, amigo.
Beto Brom
Shalon colega de la pluma