Puedo asegurar que, aún sin estar todavía muerta, a mí ya me importas, porque a pesar del pesimismo que derrochas, se advierte allí en el fondo de tu alma un inmenso grito de auxilio que te hace humana. No tengo idea acerca de cuál será la causa que te arrastra a menospreciarte tanto, ya que las razones que señalas son demasiado relativas y nada razonables ¿Fea? ¿Pocos amigos? ¿No te agrada nada? Cada una de estas interrogantes tiene una adecuada respuesta y si estás aquí entre nosotros respirando tus penas, significa que posees el criterio suficiente para escuchar estas respuestas: La hermosura es un invento de los insatisfechos y últimamente reforzado por el comercio. Existen prendas que rellenan y mienten; existen coloretes que simulan una saludable circulación; un delineador exagera la proyección de los ojos; un biuen perfume esconde tu natural hediondez; incluso existen drogas que suplantan tu fatiga. Al menos lo que tu llamas fealdad es absolutamente real.
El tener pocos amigos es culpa directa de uno mismo que no ha sabido hacerlos, porque está en uno ser agradable; es una opción que podemos manejar; solo basta tener repeto, ser bondadoso, generoso; saber escuchar y jamás creer que uno es superior.
Otro aspecto que es fundamental y para ello sí es necesario un total convencimiento, es darle una oportunidad a la vida para que dibuje en los labios de tu alma una sonrisa de oreja a oreja y obsequiarla a todo cuanto se te ponga en frente, sobre todo cuando te pones delante del espejo. Dicen que cuando uno se quiere así mismo, el cariño por la vida brota espontáneamente.
Refugiarse en la escritura para expresar todo lo que uno piensa es también un buen comienzo.
Un abrazo, Valentina.