Prólogo “Nada más la razón de ser tú, una mujer, ya merece dar mis venias a todas tus exigencias, tus berrines y tus sueños, porque válidamente has sido diseñada por la naturaleza para ser el baluarte y renovador palpitar encapotado de nosotros los hombres, quienes somos las envanecidas criaturas prisioneras de nuestro nefasto poder; como así mismo has sido el estable contrapeso en la armonía de nuestras falencias, la luz que nos ha ayudado a visualizar nuestras oscuridades y el remanso que nos ha ralentizado en nuestros irreflexivos, despatarrados y lúdicos torrentes. Y, además, porque tu innata dignidad te ubica naturalmente en la vigilante cima de la cordura, sin dramatizar, ni cobrar venganza; porque, aun cuando a través de los muchos siglos de existencia paralela de nuestros géneros hemos desacreditado la importancia de tu rol, de todos modos la lealtad vuestra ha continuado velando por la unificación de la especie, sin vacilaciones, ni pausas. Solo el ser maravillosamente una mujer, hembra, doncella, moza, amazona, inteligente, esbelta, menuda, rica, gorda, linda, puta o inocente, te confiere el beneficio tácito de ser la reina absoluta de todos los imperios, los míos y de todo sujeto de bien.” (JCRC) Soy feliz ¡Sí; por supuesto que soy feliz! Cómo no agradecer a la vida toda esa generosidad con la que me benefició –y a buen precio-- peculiares y bellos momentos de navegación por los océanos de la belleza, de la rectitud, la sabiduría y de la felicidad. Es cierto que hoy carezco de buena salud, de una juventud imperiosa, de las fuerzas necesarias para mantenerme en pie y tener una estrecha exhortación para edificar, con justicia y adecuación, algunos matices de mi hedonismo y no consiga con facilidad una retórica adecuada para poder plasmar, para ustedes, la contundente realidad de mis sentimientos… Después de todo la vida jamás ha sido eterna y es un estigma que debemos asumir. No obstante, en rigor, tengo una leal consciencia que me dicta que la mayor parte de mi exultante existencia ha sido un fabuloso anecdotario de miles de inolvidables momentos registrados profundamente en la médula de mi esencia: He contemplado, por ejemplo, los impresionantes espectáculos que me ofreció gratuitamente el universo en sus cielos, tales como cromáticos atardeceres de ensueño, increíbles auroras boreales, eclipses totales de sol, cielos estrellados, el brillo total del halo de la Vía Láctea, el majestuoso paso del errante cometa Haley; el haber sido testigo del histórico instante del hombre pisando la Luna. Y mientras disfruté con mis extasiados ojos las maravillas del cosmos, con los pies bien puestos en la tierra he experimentado la hidalga vulnerabilidad de la pequeñez humana, pero con la sabiduría suficiente de comprender que somos capaces de asimilar la perfecta mecánica de la energía y todos sus movimientos; de desvelar la potencia interna con la que hemos sido dotados al nacer: El razonar, el manipular, el hablar, el poder gozar con la riqueza de las palabras que, vestidas con el ropaje de las lecciones y el aprendizaje, nos han dado la oportunidad de conocer nuestro propio origen y el sano cultivo de la comunicación social, con la construcción de la amistad, tesoros que nos sitúan en el desnudo campo del valer sin dinero en los bolsillos. También he podido depurar la altivez del lógico y merecido poder de la inteligencia junto a sus matices como lo son los atributos y las virtudes naturales, perfiles que nos abren la oportunidad de proyectarnos hacia una digna trascendencia, construyendo como puentes de enlace y depositarios de nuestra cosecha, a los hijos y la familia. Pero la más fantástica vivencia que me ha insuflado el alma, ha sido el caprichoso fenómeno del amor, formidable sentimiento que se manifiesta inevitablemente en todas las especies vivas producido azarosamente por el ligero roce de una caricia, o por una mirada, o un capricho, una fantasía, un delirio, o un qué se yo, y sin que aun se pueda rubricar si es un producto de la química o solamente una antojada voluntad de la mente… De ello, la mayoría, especulamos constantemente haciendo estudios, historias, música, poesía… ¿Acertando conclusiones? No lo se, pero en lo concreto es una emoción que existe con vigor en nuestras sinápticas reacciones y nos ocupa no solo el espacio de la mente, sino, también, las sensibilidades del cuerpo; y yo he tenido la mágica ventura de haber transitado por sus misteriosas y consecuentes redes de la mano con la más fabulosa de todas las creaciones existentes en la naturaleza, entre todas las que mis sentidos alguna vez conoció: El idílico y maravilloso perfil y esencia de una simple mujer… “Podrá nublarse el sol eternamente; Podrá secarse en un instante el mar; Podrá romperse el eje de la tierra como un débil cristal. ¡Todo sucederá! Podrá la muerte cubrirme con su fúnebre crespón; Pero jamás en mí podrá apagarse la llama de tu amor.” (Gustavo Adolfo Bécquer). Es probable que mis prolongados años de existencia contengan tonalidades de promiscuidad, porque el número de amantes que ha permitido la composición de mi historia, aturde la franqueza de mi recato; sin embargo, puedo alegar en mi defensa que a todas en su momento (y absolutamente) les entregué mi corazón de manera íntegra y desenmascarada, puesto que en cada caso, y para mí en lo particular, el básico objetivo fue siempre la dicha completa, recíproca, sin matizaciones, ni –menos-- egoísmos… A todas ellas, las damas que orgullosamente amé, puedo ahora desafiarlas confiado para que me acusen de estar mintiendo, porque para establecer mi sinceridad, guardo en mi alma todas las evidencias del amor que les entregué. Vida, dicha y amor… ¿Qué más me hubiera faltado para ser feliz? ¡Nada!, pues lo vital ya lo tuve todo. J.C.R.C. Dedicado a Yolanda Susana, mi actual esposa y a mi hijo Carlos Andrés, a mis 77 años de existencia, en Santiago de Chile, 06/06/2024.
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Richard Albacete
juan carlos reyes cruz
Me sonrío cuando advierto en tus comentarios decir que no posees mayormente una facilidad para analizar las expresiones de los demás, porque noto que no es cierto, ya que tus palabras tienen el suficiente poder para darle a uno las fuerzas que, en ocasiones, se nos hacen esquivas.
Gracias, amigo de verdad.
Raquel
juan carlos reyes cruz
Imagino yo, por mi parte, que ha de ser fácil quererte más allá de lo que se puede trasmitir en mensajes escritos.
Un abrazo y muchos besos.
Richard Albacete
Raquel