UN TOMO DE DOLOR.
Publicado en Oct 17, 2009
UN ÁTOMO DE DOLOR.
La calle huele a pisadas ebrias, se me instala en la memoria y no me deja respirar. Un sorbo de esos delirios termina en las aceras chorreando amnesia colectiva. Los nombres se desvanecen en medio del humo que cubre el acantilado. Si alguna vez navegamos en busca de lucidez, nos tropezamos con el más trastornado de los desamparos, el más triste de los sueños. No importa el motivo ni la razón hay que salir a besar el aire porque para eso estamos. Dónde la cavidad que nos ofrecemos cuando arrecian los latidos? La palabra se estremece de tanto agobio por carecer de lo imprescindible. La hermosura del argumento se diluye toda la noche en aguas que conducen a ningún lugar. La fantasía de un holograma yace en la puerta del holocausto. Espantosamente un niño busca a quién dispararle sus balas imaginarias. Cerca del muro un perro negro afirma sus huesos esperando que cese su propia desdicha. Equivocamos el rumbo en esta órbita. La explosión nos lleva a las pasadas constelaciones. De qué sirve este puto oasis en medio de la ausencia? De pronto el planeta enmudece, ya no hay respuesta. Las voces quedan sepultadas en este lugar. Labios de nicho nos rodean. La pregunta vaga entre velos hasta encontrar el motivo de tan minúscula forma existencial. El viento seco deja llagas en la respiración. De qué sirve la alegría si los recuerdos están llorando? Somos memoria y vocales en esta indigencia. Nos robamos los sueños, nos alimentamos de utopías y nos quedamos mudos, atónitos frente a esta vastedad, soportando en este rincón del universo. LA MANO DE NADIE.
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