Las tías
Publicado en Aug 09, 2024
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Por Roberto Gutiérrez Alcalá
 
No sé por qué te fuiste, cabrón. Hubieras podido decirle a tu mamá que visitar a tus tías te causa comezón en el asterisco, o que te sentías mal del estómago por haberte comido un costal de palomitas a la hora del recreo, o que te había hablado por teléfono un compañero de la escuela para que lo ayudaras a hacer la tarea, o cualquier otro pretexto. El caso es que siempre te pierdes los momentos más interesantes y divertidos, y si te cuento cómo estuvo la cosa, no es para satisfacer tu curiosidad, sino para que otra vez lo pienses mejor antes de dejarnos e irte con tu mami a visitar a tus tías... La verdad es que estábamos bien aburridos. Habíamos empezado a jugar futbol en el parque, pero a los diez minutos la pelota se ponchó, porque Raulito la pateó a lo güey y cayó en un arbusto con espinas. Regresamos a los edificios, y ahí estábamos, sentados sobre el cofre del coche de la Búlgara, tristeando, cuando el Fafis dijo que había que hacer algo distinto, fuera de lo común, y los demás convenimos en que no era mala idea salir de la rutina diaria y llevar a cabo algo que nunca hubiéramos hecho. Pero..., ¿qué? Durante la siguiente media hora hubo propuestas de todo tipo, algunas demasiado simples y bobas, otras muy raras o imposibles de realizar, hasta que alguien –ya no me acuerdo quién- dio en el clavo. Entonces pusimos manos a la obra... A unos les tocó juntar las ramas; a otros, buscar la roca; a otros más, conseguir la sábana, las veladoras y los cerillos. Cuando ya había oscurecido por completo, reunimos todo a un lado del portón que da a Copilco y nos preparamos para ejecutar el acto culminante. Abrimos el portón y, mientras unos hacían señas a los conductores de los coches para que circularan con lentitud, otros dispusimos rápidamente, en el carril que va hacia Insurgentes, las ramas y la roca, y las cubrimos con la sábana, de tal modo que pareciera un cuerpo humano tendido; luego encendimos las cuatro veladoras, las distribuimos alrededor de nuestro “muertito” y retrocedimos hasta la banqueta... Lo que sea de cada quién, nuestro “muertito” lucía bastante real. Los coches pasaban junto a él y casi lo machucaban. Por eso, unos automovilistas decidieron desviarse e invadir el otro carril en sentido contrario para salir de allí. Pronto, aquello se volvió un desmadre maravilloso... De repente, comenzó a oírse la sirena de una patrulla de la policía. Como pudieron, los representantes de la Ley se abrieron paso y lograron llegar muy cerca de donde nuestro “muertito” yacía. Ésa fue la señal para que nosotros, que estábamos disfrutando de lo lindo el espectáculo, nos largáramos riéndonos y gritando como dementes... Ya ves, cabrón: nunca debiste haber ido a visitar a tus tías... Te perdiste el episodio del “muertito”. Ni modo. Ai palotra, como se dice.
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Foto del autor Roberto Gutiérrez Alcalá
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