Una hoja de papel
Publicado en Aug 14, 2024
Dudé si ir a cursar aquel martes 13 de agosto, pero si faltaba quizás ella interpretaría que estaba siendo melodramático. Martes 13, al final terminará siendo cierto lo que tanto dicen. Así que fui, aún estando devastado, y de ello se percató Daniel al instante.
-Es alergia -disimulé, y me levanté para dejar caer las lágrimas en el baño. Todo había empezado a principios de abril, cuando al comienzo de clases conocí a Gema, amiga del chico que ya mencioné, y me enamoré al instante. Él se percató de mi flechazo prontamente y se mostró sinceramente entusiasmado por llegar a verla junto a mí algún día. Pregunté en el aula si alguien podía prestarme una hoja, y Gema se apresuró a obsequiarme dos de las suyas. Yo intenté acercarme a ella, y ella se acercó a mí, como si nos asomáramos a una ventana para tratar de alumbrarnos con el brillo que brotaba del uno y del otro. ¡Qué bello comienzo! Al poco tiempo empezamos a juntarnos fuera de la escuela para hacer trabajos prácticos, o para estudiar, o simplemente para comer y beber en compañía: Daniel, ella y yo. Qué dichosa se estaba volviendo mi vida. Compré un pequeño diario y empecé a escribir en él cada vez que tenía la suerte de verla. Y hasta abandonaron el lugar donde siempre se sentaban en el curso para estar a mi lado, qué contento me hizo sentir. Letra a letra nos fuimos leyendo, conociendo los pasatiempos, gustos y cada detalle insignificante o necesario para saber a quién teníamos en frente. Me entregué tanto que ingenuo la dejé ver a través de mí. -Estoy feliz de haberte conocido en esta etapa de mi vida -me declaró un día, ¡qué hermoso fue aquel momento! Cuando nuestro compañero no podía asistir, ella se sentaba conmigo, y luego la acompañaba hasta su casa mientras charlábamos al caminar, cómo disfruté todo aquello. Genuinamente me preocupé por sus problemas, por escucharla, comprenderla y apoyarla, y por supuesto que se percató de ello, porque llegó a escaparse de sus labios un “te quiero”, ¡cómo se rebalsó mi corazón esa vez! Escribí tanto en mi cuadernito en esa ocasión que lo rellené hasta el final. Pero el tiempo no cesa y todo lo que toca lo cambia y transforma. Sin saber lo que me depararía aquel martes 13 de agosto, antes de ir a la escuela, sorpresivamente me comunicó que se había dado cuenta que estaba dándome falsas esperanzas y que realmente sólo quería ser mi amiga: mi amiga y nada más. Y que se apenaba de haberme ilusionado en vano, ya que en verdad me apreciaba. -Lamento que las cosas no funcionaran -me declaró Daniel, compadeciéndose. Aún conservaba en el fondo de mi carpeta una de las dos hojas que me había regalado en abril, porque tuve el presentimiento de que resultase ser lo único que me quedaría de ella. Ni un dibujo, ni una carta, ni una frase, ni una letra al menos salida de su puño pudo darme. Esa hoja, que estaba blanca, lisa y sin arrugas, así como era el pujante amor que había nacido en mí, se muestra hoy, igual que este, grisácea y herida, después de haberlos llevado a todas partes conmigo desde entonces. En mi diario no quedaba más lugar, por haber depositado en él todo el amor que me había desbordado, así que redacté el fin de nuestra historia en su obsequio, que también estuvo allí cuanto todo esto inició. Me acompañará para siempre, escondida tras la última página de mi carpeta, como un recuerdo de aquella esperanza que me diste y que hoy murió.
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Beto Brom
Shalom colega de la pluma
Jaime Torrez
Raquel
Jaime Torrez
Raquel