En las verónicas del viento
van nuestros cuerpos en la tarde.
El aire albino nos levanta
y gravitamos en el cuarto semioscuro.
Lidiardor yo, tú lidiadora
nos capeamos besándonos del todo.
Estamos en un capullo transparente
hecho de cristales y de hojaldre.
Nos amamos y amamos procelosos
en un recinto de luces borrascosas.
Yo soy el vaho que aprieta tu cintura.
Yo soy la ventisca que te besa la frente.
Tú me besas hasta consolidarme
y darle forma sólida a mis huesos.
Un gel escurre en nuestros cuerpos húmedos
y nos relame a prisa y con ansia.
Yo me adjudico todos tus entornos
y lleno con voracidad tus plenitudes.
Somos la quintaesencia del amor:
Avanzamos en nuestro despropósito
en las caricias de la hora ingrávida.
Yo voy a tu cuerpo y regreso para írme y volver.
Nos columpiamos en las sábanas puras
y coloco en ti mi germinal fermento.
Tú me envuelves con besos y atenciones.
Y la urbe colapsa ante nosotros
que hemos sido creados para satisfacernos.