Pasan las horas denigrantes
mientras sigo vendiendo mi sanguaza.
A veces se me van los días en blanco
y no tengo para comprar la leche.
Soy verdulero de oficio y de herencia
y siempre veneré a mi padre.
Mis hijos son sólo sanguiluelas
que piensan en beber y malgastar.
Trabajo con verduras que siempre se desangran
y frutas picadas por las moscas.
De sol a sol es mi eterna jornada:
La vivo entre atorrantes bichitos picapiernas
que pueden transmitir hasta parásitos.
Los insectos se alimentan de mí
y el calor me consume a propósito.
Siempre estoy en una crisis verosimil:
Saco de aquí para pagar acá y allá.
Mi señora me prepara vermífugos
que tomo tres veces por semana.
Sufro de colitis y de constipación
y desde niño estoy sin adenoides...
A veces ando con ojos de demencia.
Las damas lagrimosas siempre piden rebajas
y yo me ahogo en la laguna de sus llantos.
Tengo blandura con todo el que me pide
y hago peripecias para pagar mis cuentas.
Más son los que me tratan mal que los que me ignoran.
Y mis colegas no dejan de infamarme:
Dicen a voces que a todo pongo sobreprecio,
más no les devuelvo esos lodos promíscuos.
Me siento a sollozar bajo unas tejas
mientras el yermo me llama ya hace rato.