Las constelaciones me miran desde arriba
y yo me escondo entre sucios zafacones.
Ellas mueven sus manos para deletrearme
como si yo fuera letras a su arbitrio.
Bajo por ocultas escalerillas de piedra
a un mundo primitivo y decidido
en donde no hay calor ni luz solar
y lo veraz pasa desapercibido.
Huyo envuelto en mi manta y mi sombrero
mientras los astros locos tratan de alcanzarme:
Cada sombra pasa llevando su velito
y al llegar a un orificio se santíguan.
Quizás las constelaciones quieren hacerme caligrafía
y bordar en mí sus orillas doradas
o lanzarme entre torpes y sórdidas bazofias.
Yo huyo entre muros esmirriados
llevando por gorra una bacinica.
Entro por la ventana a mi pocilga
lanzándole alaridos a los gatos alados
y tiemblo como una colegiala
que va por primera vez a una fiesta.
Me cubro con un pocillo y un colchón
mientras la noche cazadora blande su escopeta
y reduce a los hombres al absurdo.