Estando ebrios, todavía risueños, 
los mineros charquenses, fantasiosos 
por su imaginación, tendenciosos 
por su ignorancia, olvidan ser pequeños, 
 
consintiendo engañarse con sus sueños;
rodeados de minerales preciosos, 
como si fueran hombres codiciosos,
se imaginan, sueñan, en ser sus dueños 
 
y así pueden soportar, trabajando... 
Sin importar sus sueños, sus empeños, 
se mueren imaginando y soñando... 
 
Del hambre y la miseria son dueños,
por eso sobreviven olvidando 
que el minero sólo es dueño de sueños...
 
 
Charcas de Aldape, S. L. P. 
Abril de 1977.