—¿Qué estoy haciendo aquí?
—Si no lo sabes, menos lo sabré yo.
Solo estaba por aquí y vi que algo cayó.
—Entiendo, caí aquí, o por lo menos eso fue lo que sentí.
—¿Sentir qué? Yo te vi caer.
Vi cómo caías y te estrellaste con poder.
—¿Poder? Según yo, caí normal, así lo decidí.
—¿Decidir qué?
—Decidir cómo caer,
lo planeé mientras caía en un vacío,
un vacío frío,
tan frío que me quemaba, pero fluía como un río.
Era un interminable tormento el mío,
sufrir tanto por un poco de albedrío.
Tal vez fue que me faltaba algo de fe.
—¿Fe de qué? Yo te veo aquí bien, como si nada.
—¿Como si nada? ¿Acaso no me ves? No sabes cómo la vi de asustada,
asustada porque ya no estoy ahí,
ni siquiera vi esa última mirada,
su última mirada, mirada que a la calma era mi entrada.
—¿La entrada a qué? ¿A este lugar?
—No, nada de eso, solo sé que ya no la veré,
porque ya se acabó mi tiempo,
porque lo intenté con sentimiento.
Más ahora me veo aquí, te veo a ti,
por eso sé que no volveré,
por eso ahora solo me queda mi lamento.