El día trae su romanza
y entre la hojarasca gira el aria tierna.
Un solo de cítara conmueve al orbe.
Estoy reconciliado con el mundo y contigo
y por mis parcas venas corre la sangre tuya.
Es una ventaja retenerte a mi lado
y arder entre las brasas de tu cuerpo caliente.
Ver tus pestañas espesadas de rímel
y el reciclaje diario de tus ojos de quinceañera...
Te creí perdida entre espacio y memorias
y entre quimeras y parajes exóticos.
Y en mis amaneceres me levanté pasivo
gritando tu apellido como una desmemoria.
Y te encontré atada al centro de mi pecho:
Caminaste en mi tórax y lo tomaste tuyo.
Recordaste mis tiempos cuando era lampiño
y ambos éramos de larga cabellera.
El tiempo está volviendo canosa a mi cabeza
y dos ámplias entradas maniobran entre ella...
Tomáste con poder mi esternón para ti
y te adjudiscaste besarlo a tu antojo.
Tú lengua ya es calcomanía en mi piel.
Tu suave boca roja se recalca en la mía.
Cuando podemos, vamos al Paraíso
y cerramos las puertas de lo imaginario.
Allí quedamos sólos tú, yo y nuestros cuerpos
y la cama concreta en que nos anudamos.