Subiendo por los riscos en la cumbre de la montaña, dejando tras de si un mar de nubes blancas, intentando clavar los dedos de una mano en la roca desnuda y con la otra mano blandiendo una espada ensangrentada por culpa de quienes intentaron detenerlo en su camino, se dirigía raudo hacia la cima.
Cientos de demonios alados iban a su encuentro desde la cima dispuestos a despedazarlo.
Adelantando un pie para mantener el equilibrio, separo la mano de la roca para empuñar con más fuerza su espada.
Una lluvia de demonios paso a través de el, o al menos eso parecía, pero todo demonio que lo traspasaba quedo reducido a lluvia de sangre.
Continúo el ascenso y llego a la cima. En la cima lo esperaba el mayor y mas fuerte de los demonios, echaba fuego por la boca y por los ojos, allá donde mirara llegaban las llamas, los pies parecían elefantes, y el cuerpo erguido una montaña. El demonio le lanzo su fuego con toda la furia que poseía, pero el intrépido guerrero se escudo detrás de una roca que absorbió en parte y desvió en su mayoría toda la fuerza del fuego letal.
El demonio se dispuso a apartar la roca agarrándola con sus enormes garras
El guerrero intrépido, escondido tras la roca, realizo un increíble salto y llego a parar sobre el dorso de la garra del demonio, y con la velocidad de un felino corrió sobre el brazo hasta llegar al cuello de la bestia y con las dos manos empuñando su espada le rebano el cuello.
El demonio que estaba en el borde del abismo, empezó a caer hacia atrás, sin flexionar las patas, sin doblar el cuerpo, como un tronco que cae cuando es cortado.
El guerrero al mismo tiempo que el demonio caía, se subió por el rostro de este y clavo la espada dos veces, una vez en cada ojo, después se subió a la nuca y salto al abismo con los brazos abiertos.
Su cuerpo atravesó la superficie del agua cristalina y cuando emergió su madre le dijo
- muy bien Alfonsito, has conseguido superar tu miedo a las alturas y además te has tirado desde el trampolín, que valiente-.