PLEGARIA POR EL NUEVO RICO, DE HERNN RIVERA LETELIER, DEL LIBRO: DONDE MUEREN LOS VALIENTES.
Publicado en Oct 20, 2009
De los oportunistas líbralo, Señor, ...
...Guíalo siempre por el camino de la austeridad y la prudencia. Líbralo de la tentación del cheque en blanco de las propinas exuberantes de la arrogancia torpe de no preguntar por los precios Tantéale el desprendimiemto de su mano abierta -que su derecha sepa siempre lo que da su izquierda- Los pobres, tú también lo fuiste, Señor suelen ser demasiado munificentes. Aconséjale que se lo tome con calma que se vaya despacito por las piedras. Que no vaya a cambiar muy de sopetón la rayuela por el golf los causeos de patitas por el caviar los incomparables boleros de amor de Lucho Barrios por música que sólo lo hace imaginar catedrales de aire y no le trae a la memoria ningún nombre de mujer. Que está bien, que es comprensible que cambie su modo de andar que cambie de loción, de marca de cigarrillo de raza de perro. Incluso que cambie la raya de su peinado si le parece que le sienta mejor. Pero palmotéale el hombro amistosamente, Señor y dile que no sea desconsiderado que no sea patevaca: que no vaya a cambiar a la mujercita nublada de suspiros que lo amó a pan y cebolla (al menos no muy luego). Muéstrale que las rubias platinadas son fatales que las mulatas de fuego llevan el diablo en el cuerpo y que el noventa por ciento de las pelirrojas no lo son. Que una danza del vientre no vale la caída de un imperio. Que el auto de todas maneras se va a comprar no lo atiborre tanto de adornos y calcomanías Que la casa nueva no sea muy grande en donde en las noches no pueda hallar una ventana con luna y corra el riesgo de extraviar su propia sombra. Procúrale amigos nuevos para que pueda usar su correo electrónico (sin que ello se olvide del cabro Felo, del maestro Froilán y de la flaca Nancy). Pero antes instrúyelo en el arte del buen anfitrión. Dale roce social. Consíguele un volúmen del Manual de Carreño. Alecciónale en los puntos más elementales (tampoco se trata de volverlo un petimetre, claro). En la manera de usar expedítamente los cubiertos por ejemplo (tú sabes, Señor, que él sólo usaba la cuchara grande y, a veces, algún domingo, tenedor y cuchillo). Y por sobre todo, por lo que más quieras que no comience a vestirse como un turista norteamericano de farra en el carnaval de Río. Que no ostente demasiado la hilacha, Señor...
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