Tras mis rabietas diarias
y mis momentos de pésimo humor
repta mi sino, caprichoso:
Es mi querer devorar grosellas
debajo de árboledas cabizbajas...
A veces voy a los manantiales
a lavar mis pesares monolíticos
y algúno que otro pecado de omisión.
Y siento que una bendición me ruboriza
y sube oficiosa sobre mi diafragma.
También me adhiero a la expresiva música
de farallones que cantan en lo alto.
Dejo atrás mis atrasos y paréntesis
para expresarme en el aleteo del viento.
Mi tácita apología a la frivolidad
me ha vuelto aparente y algo sigiloso.
Vivo entre pataletas y berrinches
y con damas que tejen su deseo.
Me reduzco a prisiones de idealista,
recluyéndome a contemplar las flores
y el exhorto de las aves asísmicas.
Tan sólo soy un artista enjaulado
atrapado en su bloqueo mental.
Me muevo sólo al ritmo del paisaje
y devoro mis semillas y dilemas...
Y espero renacer con cada madrugada
y sacar a la luz los astros que hay en mí.