Mi boca es categórica
y mis palabras son decires densos.
Hoy nada se antepone ante mí y mis órdenes
y es necesario que depongan sus írritas estrofas.
Digo y hago lo que quiera aunque me tachen de mandamás.
Amanecí excesivamente necio
y no atiendo a disentires incorpóreos.
Creo que tengo un exceso de prudencia y soberbia
y mis amistades lo saben y se callan.
Mis vocales se pegan a los postigos
y hacen que la luz retroceda a rincones.
Quiero mandar sobre los insectos
y sobre los sacrílegos de uñas postizas.
Asusta a todos el vozarrón engolado que me gasto.
Me siento tan justo y tan augusto como Juan el Bautista
y tengo en mí la fe mística que tiene el antropófago.
No soporto oír las sinrazones del célibe y a patadas los expulso.
Mi ego inflado me lleva a que me obedezcan sin chistar.
Hoy descargo toda mi furia en los que quieran ser más engreídos.
Y no soporto ver las capciosidades que me dicen algunos sodomitas.
Además de ser necio al extremo, desconfío de todos por orgullo.
Si no siguen mis máximas habrá un acabose.
No puedo ser a nada indiferente y penalizo con chillidos y sarcasmos
al que ose entrometerse en mi atragantamiento.