El tedio a quemarropa.
Publicado en Oct 22, 2009
Siento el tedio llegar a quemarropa.
Otra vez aclara en mis delirios y comienzo a despertar casi sonámbulo. El orbe trae excedentes de pésimas noches espantosas. Son las cinco de la mañana en mi cuarto: Llevo una hora de retraso con el mundo. Me levanto de mi constante ostracismo y descorro la cortina arrebujada: El livor se vé en los arrabales donde hay mujeres llenas de moretones. Las niñas comienzan a hacerse carantoñas y a buscar los mimos de sus madres. Salto de mi cama al enverjado entre verdes olores de pintura y un montón de residuos siderales. Piso las calles sedentarias. Llevo mi encéfalo y mis cicatrices. Camino en una urbe todavía dormida y en la hojarasca aún penden los sueños. Veo un ramillete de jeringas usadas y a gente drogada e ignorante. Los miro arder en mi memoria: Son espectros de horas resentidas. Veo figuras casi tácitas que corren paralelos a los ríos de la nada. Quizá sean algunas figuraciones: Neblinas disipadas en el tiempo. El aire está cargado de un extraño musgo y hay una usual calma carmesí. También veo sirenas haciéndose transfusiones y a algunos nómadas perderse en el vacío. Mis oídos oyen recias engolaciones de hombres toscos de costumbres porcinas. Yo los miro con ojos de relámpago y son carencias consumidas en su fuego. Evado la ciudad engusanada llena de preceptos incestuosos. Me voy encaminando a la costa hacia los muelles somnolientos de donde zarpo.
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