UN REY EN CRDOBA
Publicado en Oct 23, 2009
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UN  REY  EN  CÓRDOBA
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Por  Alejandra  Correas  Vázquez

1 - SU  ALTEZA

            Es la mañana. Don José Antonio Deiqui comienza su largo peregrinaje a pie, seguido por un séquito, que lo llevará desde la ciudad de Córdoba del Tucumán hasta el Alto Perú ... caminando desde la vera del Río Suquía, hasta la Real Audiencia de Charcas. Su frente altiva y principesca. Su erudición. Su elegancia. Su refinamiento y su orgullo, causan temor y cautela entre sus súbditos. Son los últimos días de vida y esplendor, del Imperio Español de Ultramar en Sudamérica. 1795.
            Don José Antonio ha sido traicionado por descontentos de su propio pueblo, su pueblo Diaguita. Su "Comunidad Malfin". Aquellos mismos Malfines que los misioneros Jesuitas supieran traer más de un siglo atrás, para entregarles el dominio y la distribución de las aguas de Córdoba... sus regadíos, sus canales y sus quintas ubicadas en la zona fértil del "Pueblo de la Toma de la Acequia", con documentación válida que habría de respetarse más allá del Virreinato. Una Merced Real.
            Los bienes diaguitas en Córdoba abarcan la inmensa extensión que va desde Alto Alberdi hasta el Chateau Carreras, todo incluido. El predio fue siempre desde el siglo XVII de los Malfin y sus descendientes, hasta la división del Mayorazgo Deiqui en 1881, con mensura y división entre descendientes de diaguitas Malfines. Por decisión de su último príncipe el inmenso predio pertenecía a toda la Comunidad Malfin y no solamente a la familia dinástica Deiqui.
            Pero José Antonio está solo. En aquella mañana de 1795, no tiene apoyo. Es quizás él, lo único que resta de toda esa gran empresa Jesuítica que convirtiera a la ciudad universitaria de Córdoba en una sociedad erudita. Y a su provincia en un emporio progresista, industrial, agropecuario, vitivinícolo.
            Se trajeron las vides, los trapiches, las cepas, el ganado, los olivos, el cereal, los profesores, los libros, la imprenta, los archivos, los violines. Finalmente, se trajeron también a los indios civilizados, ellos,  precisamente :  Los  Malfin. Y Don José Antonio Deiqui es su príncipe, su "Curaca". Su monarca reconocido en Córdoba por casi dos siglos. La Real Audiencia de Charcas dará su veredicto y fijará finalmente,  la validez de estas  razones.
2 - LA  DINASTÍA  DEIQUI
            Las autoridades borbónicas son tozudas -vascas- procedentes del antiguo reino pirenaico de Enrique de Navarra. Pero se han enfrentado con la Casa Deiqui, la única dinastía nobiliaria existente, reconocida y aceptada durante años en la larga vida colonial de Córdoba del Tucumán, perteneciente a aquella inmensa Provincia del Tucumán de antaño... que ahora ya no existe.
            Como tampoco existe ya más, aquel gran Virreinato del Perú de antes, que abarcaba casi un medio continente y que ha quedado dividido ahora en tres Virreinatos menores (luego de la expulsión Jesuítica) con evidentes carencias directivas como los años iban a demostrarlo.
            Como se halla ahora ausente esa progresista Compañía de Jesús que llenara de eruditos a Córdoba, transformándola en La Docta, probando y haciendo hacer carrera a los jóvenes profesores europeos,  quienes más tarde brillarían en las cátedras de Europa.
¡Pero la Real Audiencia de Charcas todavía existe! ...
            Está intacta, porque de ella dependerá el orden, el método y el equilibrio de todo este imperio español sudamericano. .Mientras dure.  Mientras subsista.
            Por eso su alteza Don José Antonio camina erguido, incólume, frío y austero hacia el  Alto  Perú, llevado únicamente por sus piernas y por su séquito.
 
3 -LOS  MALFIN
                       
            Es el honor de un Rey, de una Casa Dinástica inextinguible y de un pueblo soberano al que los hombres de Loyola salvaron de su exterminio al traerlos (prisioneros, encadenados, enjaulados, a punta de lanza y con grilletes) desde los valles catamarqueños en 1670, luego de un cruento levantamiento sofocado a pólvora, y rescatándolos así de su extinción completa.
            Estos prisioneros tan concienzudamente elegidos, vinieron  a  salvar a Córdoba de la indolencia y vagancia de los nativos Comechingones. La indiada autóctona. De un primitivismo cultural que ya había sido imposible de asimilar para la civilización del Inca, y que luego de un siglo español, también fue imposible de superar ... y al que la ciudad monasterio de Córdoba, no hallaba remedio.
            Los Malfin de 1670 son una tribu entera. Compuesta de ancianos y mujeres.  Hombres y niños. Príncipes y súbditos. Sacerdotes y civiles. Completa. Hombres asentados y deportados en masa. Civilizados. Refinados. Culturales. Industriales. Alfareros. Textiles. Albañiles. Artesanos. Hortelanos. Comerciantes. Sastres. Artistas.  Músicos. Con una fuerte tradición cultural y rígidas leyes sociales. Una nación Diaguita procedente de los valles catamarqueños "importada" a la fuerza. A punta de espada y con cadenas.

Llegan aterrados...espantados...asombrados,   encadenados....y esperando la muerte.

            No saben que Córdoba del Tucumán -la perla austral del Virreinato del Perú- les dará bienes especiales, posibilidades de progreso y de injerto en la ciudadanía cordobesa. Y a sus nobles, a la dinastía Deiqui ... honores de Reyes.
            Aún no saben al llegar aquí encadenados y humillados, que un devenir muy promisorio les aguarda. Que Córdoba va a reconocerles su estirpe y que sabrá valorar su identidad propia de nación, de sociedad cultural. Y esa misma casa nobiliaria que en aquel momento se resiste y grita ante su deportación (cuando es violentamente arrancada de sus lares catamarqueños) irá algún día más adelante, más de un siglo después, a defender sus derechos dentro de esta Córdoba que ama, que considera prácticamente como suya... ¡Y a la que no está dispuesta a desalojar, ni a dejar en manos  usurpadoras!
Caminando para ello hasta la Real Audiencia  de  Charcas
  
            Y hacia allí va su Alteza Don José Antonio Deiqui. No lo detendrán los caminos. Ni el vacío de las pampas. Ni el abismo de las quebradas. Ni la soledad de la Salina Grande. No se inmutará ante el frío de las noches a la intemperie o la resolana de los mediodías ardientes. Y será esta distancia impresionante hecha a pie, sin un solo desaliento, con capacidad de entrega a una consigna, la contienda mayor y el mejor triunfo logrado por esta antigua Dinastía Diaguita,  aclimatada ya  a la ciudad del Calicanto luego de transcurridos ciento veinte años, e identificada con la sociedad cordobesa  y su linaje.
            Su alteza Don José Antonio Deiqui repite así, insistentemente, con la fuerza erudita de su formación cultural -sólida-  recibida por manos de sus preceptores Jesuitas :
-" Me corresponde ser amparado por el Fuero de los Nobles "
                       
4 - El  TRIBUNAL  de  CARLOS   V

            Tendrá cuando llegue allá un interlocutor válido: Los Oidores de la  Real  Audiencia  de  Charcas. Encontrará  nuevamente ese estilo que añora, que se halla ausente en Córdoba, luego de la expulsión de los Jesuitas. Que se ha perdido en el Tucumán, ahora desbastado, desarticulado. Como está partido en pedazos todo el Virreinato del Perú espléndido de antaño, ahora  fragmentado,  desarticulado.
            Porque los nuevos amos borbónicos que rigen ahora al Imperio Español de Ultramar, a pesar de sus celos y rivalidades contra los Austrias a quienes han sucedido ...no dejarán que se extinga  Charcas. Han comprendido que la ciudad de los tres nombres : Charcas, Chuquisaca, La Plata (y en el futuro se le agregará Sucre, para seguir siendo la  "ciudad  de  los  muchos  nombres")  pero a quien sus habitantes de hoy prefieren llamar "Charcas La Blanca" (según reza en los carteles de bienvenida) ...debe permanecer vigente. En el horizonte político de las Indias Occidentales y sudamericanas, no puede esta antigua capital del "Reino Charca" sufrir un hecatombe. Perder su crédito de confianza. Su renombre de legalidad adquirido en siglos anteriores, puesto que ello provocaría un desequilibrio administrativo y político, que hasta los innovadores Borbones,  prevén como peligroso.
            De toda la gran gama de trasformaciones que esta nueva dinastía española (Borbón) provocó e hizo sufrir a las tierras del Nuevo Mundo (con frustraciones inmensas sobre proyectos magníficos en visión de futuro, abortados de improviso y en forma inesperada) de ese cúmulo de sorpresas y desastres que aún nos sacuden como un hecho anárquico, quedó empero algo intocable : la Real Audiencia de Charcas.

            Tribunal Mayor del Rey, e independiente de los Virreyes, con "fuero propio" otorgado en el siglo XVI por Carlos V Emperador, que lo constituía en una gran herramienta de gobierno. Su fuero, de acuerdo a cláusulas, sólo podía admitir el veto real o imperial. Además la elegida selección de sus Oidores y las exigencias a la que ellos mismos estaban sometidos -durante su período de residencia en el Alto Perú- da por sentado el interés que esta destacada "Real Audiencia de Charcas",  concita  y  conlleva en tiempos de su Alteza Deiqui.
            Y hacia ella va José Antonio Deiqui ...caminando... Cruzando esteros y montañas. Salinas y pampas. Desde las verdosas chacras cordobesas que le pertenecen, hasta el altiplano altoperuano de cuatro mil metros de altura, en busca de este tribunal máximo de última  instancia.
            La acusación contra el príncipe Deiqui parte del hecho de aplicar sus Leyes Diaguitas -antiguas, severas y milenarias- a su Comunidad Malfin, donde él tiene asentado su poder legal e intransferible de "Curaca" (o sea gobernador de la realeza en el incario y cargo político hereditario para príncipes nativos en el sistema colonial español, llamado Curaquía). Estas leyes ajustadas a un código ancestral diaguita, respetado en tiempos de la Casa de Austria -correspondiente al período Jesuítico- desnuda un pensamiento de gobierno. Una debilidad interna en la nueva dirigencia española borbónica, y que amenaza al imperio muy organizado y legado por Don Carlos V.
            Estamos pues de camino junto a su Alteza, el Curaca Deiqui, en un larguísimo camino (¡Y a pie!) hacia este tribunal de instancia final. Es el propio "Carolus Quintus" quien va hablar por él. Es el propio Inca que se refleja allí, para los súbditos de herencia precolombina. Pues las Audiencias en general (y más aún la de Charcas) eran sitios muy frecuentados por las comunidades autóctonas, especialmente por aquéllas con procedencia incásica, las herederas del Imperio del Sol, al que llamaban Tihuantisuyo.
 
5 -- ASTRIAS  y  BORBONES

            Esta acusación que priva de autoridad y nobilitat a un Curaca (intocable en el incario y en el sistema colonial español) nos demuestra que los nuevos reyes Borbones, no tienen el mismo sentido de organicidad que los Habsburgos. La Casa de Austria, con quien el engranaje del Imperio Español de Ultramar se convirtiera en una célula viva y perfecta, como un cuerpo  humano.
            Los Borbones ya han perdido Canadá (Québec y Montreal, francesas), perderán dentro de poco Hispanoamérica, Nápoles, Flandes, Sicilia, Filipinas y más tarde Cuba. Además venderán Florida. Recibieron imperios que no crearon y que se deshicieron en sus manos. El caso Deiqui es una demostración más, de la tendencia anárquica de esta administración.
No les negaremos humanismo. Voltaire, Diderot, Rousseau, l'Enciclopedie, la Ilustración, son producto de las cortes borbónicas. Les negamos orden.
            Los Borbones son reyes distintos a casi todos los conocidos. Apelan al individuo. Crean la ilustración Buscan la mente del hombre. Investigan el devenir de la sociedad. Muchos de nuestros valorados e incontables asertos actuales, nacieron en Versailles, en la círculo de los Luises ...¡pero pierden los imperios adonde en definitiva debe que vivir el hombre! Luis XVI abolía la pena de muerte, plantaba árboles y flores junto a su pueblo, en las plazas de París. Era un botánico, sin embargo le cortaron la cabeza. Luis XV rentaba a los intelectuales entregándole el uso completo de sus salones y era él mismo, un avanzado químico. Luis XIV llamaba a su lado al Señor de Lasalle quien había creado de su propio peculio una escuela nueva, con un proyecto novedoso, donde se instruían grupalmente niños nobles, burgueses y obreros, en clases colectivas. Se dio inicio con ello a la educación moderna, y levantó el nivel cultural de todo el pueblo francés al compararlo con el resto de Europa,  para convertir a esta iniciativa por medio del Rey Sol en un instrumento didáctico nacional. El cual sería con el tiempo internacional.
            Los Borbones tenían una inmensa facilidad para perder bienes y vidas, pero cambian la historia del hombre. Comenzaron por ser reyes vascongados vasallos de Francia y perseguidos por protestantes. Quizás esto les dio desde el inicio, una visión distinta del futuro, abriéndoles otro camino. Grandes reformadores, los Borbones tienen luces y sombras. Nadie les quitará sus brillos. Ellos tampoco podrán negar nunca sus opacidades ...La expulsión Jesuítica, por ejemplo, que desequilibró a todo al imperio español.

...Y luego de ella, sólo cuarenta años después, quedó todo perdido pues vinieron las independencias ¡Cual un castigo divino!
 
6 - LOS  PRÍNCIPES  DIAGUITAS
 
            Cuando Don José Antonio Deiqui camina hacia el Alto Perú para recabar sus derechos de establecer orden y firmeza en su nación Diaguita cordobesa ... las calles de París están limpiando la sangre derramada por el "Terror", en cuyas manos terminó el reinado borbónico. Hay peligro pues, en Córdoba, amenaza de desorden en las estructuras diaguitas milenarias (probablemente más antiguas que las del propio Inca). Hay temor a la disolución, a la pérdida de los códigos de convivencia con este pueblo precolombino -puro hasta entonces- e instalado más de un siglo atrás en  el extenso predio que va desde Alto Alberdi hasta  Chateau  Carreras.
            Atacar a los Príncipes Deiqui, es atacar una estructura bien conservada, que puede desarticular en demasía a la Docta Córdoba, con su provincia fronteriza en la zona de desmanes maloneros. La barbarie se halla allí nomás, a sus puertas. Pero en esta fecha de 1795, veintiocho años después de la expulsión de los Jesuitas, aún subsiste el organigrama que ellos establecieron con apoyo de la Dinastía Deiqui. Pero lo que todavía resta en pie, con firmeza y orden, de coexistencia con de la comunidad nativa -mayoritaria- puede perderse. Y llave importante de este sistema es la nobleza Deiqui.
            Sin embargo se ha decidido eliminarla, como parte no hay duda, de un aniquilamiento terminal del programa Jesuítico. Pero aún está por verificarse, ante la mentada Real Audiencia e Charcas, si ello es factible.
            Esta antigua dinastía Deiqui que junto a sus súbditos fuera trasladada en 1670, como un pueblo completo, hacia la ribera del Río Suquía donde fuera fundada Córdoba, tuvo bajo su control legal a toda la población nativa. Se entiende con ello a la población aborigen comprendida dentro de este Tucumanao (frontera) situado detrás de la Salina Grande, que era el límite sur de las Indias Occidentales. Situación geográfica difícil para la doctoral Córdoba aislada dentro del continente sudamericano y sin comunicaciones con el exterior.
            Es importante señalar todo ello en detalle, para poder impregnarse con los sentimientos del momento, al constatar el aislamiento  en que vivía esta ciudad durante el siglo XVIII y con ello comprender el papel específico, que cada cordobés representaba dentro del colectivo humano. Era un intrincado proceso de gestación ciudadana, sobrevivencia y progreso, donde el aporte de cada uno de sus miembros era indispensable. A su vez que cada citadino jugaba un rol fundamental en dicha sociedad en ciernes, la cual sería desarticulada sin posibilidad de reemplazo, frente a la acefalía, en el caso de perder los Deiqui su Curaquía. Representaba un inmenso peligro perder a este miembro tan distinguido y necesario, para mantener la paz con el elemento nativo civilizado, entonces en mayoría étnica muy pronunciada. Y con el agravante de Malones salvajes cercanos.
            Tenía bajo su mando Don José Antonio, hasta ese momento, también a los muy autóctonos Comechingones, siendo este príncipe el responsable, de la comunidad india cordobesa en su totalidad. Sus leyes, su respetabilidad, su linaje antiquísimo que se pierde en la noche de la historia, diéronle a estos dinásticos diaguitas (tanto entre los naturales como ante las autoridades oficiales españolas) una distinción permanente durante más de un siglo.
            La larga distancia con Europa, tuvo su apoyatura en la política liberal y descentralizante de la Casa de Austria, la cual otorgó autoridad a los mandos medios volviéndolos casi autónomos. Ello permitió una administración efectiva en las Colonias, a pesar de la incalculable distancia que separaba la metrópolis de sus súbditos en las Indias Occidentales y Orientales. Tal el caso Jesuita y el caso Deiqui.           
            Oponerse a las Leyes Diaguitas como hizo la administración borbónica, por razones elitistas europeas (y por "exceso de rigor" que es la acusación expuesta contra Deiqui) no era en modo alguno, una forma de preservar el gobierno español en sus colonias. Aunque esto fuera paradójico. Menos aún, acusando a este código antiquísimo y autóctono, de estrictez. Intentando con ello poner en duda la capacidad propia de los reyes naturales para con su nación. Cuando menos, es una falta de respeto hacia América Precolombina.
            El hombre no es perfecto y quizás ni siquiera sea perfectible. Podrá ser ilustrable, educable, modificable, pero necesita una guía especializada que se juegue por el orden desde arriba suyo. Que controle la paz social, en bien del propio individuo. Son pocos los espíritus auténticamente independientes en una colectividad masiva. Más que nada, en una comunidad india, donde el espíritu de colmena es insuperable.
                       
7 -PEREGRINAJE   de   un   REY
 
            Su Alteza Don José Antonio Deiqui avanza a pie  por quebradas serranas. Por picachos altivos como él. Se introduce en desiertos salinos y atraviesa campos de tierra roja. Poblaciones. Grandes y pequeñas. Ciudades. Ríos. Va a pie. Lo sigue un séquito. Lo acompañan de a trecho. Se suman otros. Quedan en el camino los anteriores. Su peregrinaje insólito en pleno siglo XVIII y en sus postrimerías, cuando el mundo entero está esperando el advenimiento de Napoleón y la Era del Progreso se aproxima con pasos agigantados, en este año de 1795,  nos parece un antecedente notable de Gandhi en el "camino de la sal".
            El largo trayecto no lo detiene. Ni la pampa ni la montaña. Ni el poderoso Altiplano con sus paredones cortantes. El continúa a pie por el viejo camino de las llamas y de los incas, luego de haber atravesado a pie todo el centro y el norte argentino, como todo cordobés convencido de un propósito firme.
            Este príncipe diaguita, que fuera respetado como tal por los códigos vigentes en el anterior Virreinato del Perú (ahora fragmentado) durante el reinado de la Casa de Austria, se halla en este momento solo. Muy solo. No tiene en esta mañana de 1795 respaldo político. Lo tuvo siempre. Nació con él. Lo tuvo su familia en esta ciudad, donde la sociedad monacal de Córdoba y su centro universitario de La Docta, le deben mucho a los diaguitas. Le deben demasiado a los Malfin, para ser él ignorado. Para pasar por alto sus reclamos de legalidad, de austeridad y valores principistas, tal como él los expone. Lo vemos manifestarse con soltura en todo momento.
Y en el Alto Perú donde están los archivos coloniales, su palabra será oída por arriba de las autoridades del nuevo Virreinato que recién comienza su vida. Que no tiene todavía experiencia de gobierno en Sudamérica.
            Pues el antiguo Virreinato ahora extinguido (fragmentado en tres) fue aquél donde floreció la Compañía de Jesús, la Universidad de Córdoba del Tucumán (Universitas Cordubensis Tucumanae), el Colegio de Nuestra Señora del Monserrrat, la  Biblioteca Mayor (una de las primeras de América) la imprenta, el Calicanto... bienes de los cuales los cordobeses aún gozamos y que fueron sembrados en los primeros días de la Colonia ...Junto al vino cordobés que producíase en  las bodegas jesuíticas de Jesús María (Vino del Rey) y los cueros secos exportados a China por el puerto altoperuano de Arica.
            El príncipe Deiqui ha mirado con soberbia a los hombres que componen la dirigencia del nuevo Virreinato, y ellos nada comprenden. Su dinastía es más antigua que las europeas y las europeas hasta aquel momento, habíanle reconocido siempre su vigencia. Y volverán a reconocérsela, porque lo necesitan. La nobleza Deiqui es indispensable para el equilibrio político de Córdoba, para mantener el orden dentro de la población nativa.
            La "autoridad" tiene reglas. Es como una magia. Puede ser muy dura. Puede ser fría. Pero tiene que ser efectiva y salvarnos de la anarquía. Preservarnos la civilización. Aristóteles nos dice que la deformación de la Monarquía es la Tiranía y la de la Democracia es la Anarquía  ( "La Política" ). La Casa de Austria  puso orden efectivo en América, creando una administración. Mucho más los Incas. Y los Deiqui fueron igualmente severos, ordenados.
Y Don José Antonio se dirige hacia los Oidores de la
 Real Audiencia de Charcas, para hablar de estos principios.
 
8 - LAS  LEYES   DIAGUITAS         
           
            Don José Antonio tiene esa altivez, esa soberbia, que son comunes en aquel tiempo a nobles incásicos y diaguitas. A Tupac Amarú, a José Gabriel Condarconqui Tupamaro  y a nuestro personaje,  el príncipe Deiqui. Sus escritos y réplicas son de un arrogante orgullo. Es además un hombre de los claustros jesuíticos, como todo hijo de príncipe. Cultísimo. Erudito. Brillante. Y conocedor perfecto de las leyes a nivel académico.
Habla latín. Se expresa con oratoria. Ha sido preparado por la Docta Córdoba para servirla y honrarla, como todo cordobés de vieja alcurnia. No podrán avasallarlo. El pasará por arriba de todos los que se le opongan.
            Es uno de los últimos príncipes americanos puros ("sin mezcla de otra raza", como atestigua él mismo) pues la pureza de linaje era una exigencia de la autoridad colonial para ejercer el cargo de Curaca. Y atraviesa a pie un territorio inmenso, casi un medio continente, caminando con su dignidad y su prestancia sin los antiguos honores que antes le correspondieran. Porque tiene sobre él la acusación de gobernar a su pueblo "Comunidad de la Toma de la Acequia" -hoy Alto Alberdi y Chateau Carreras- con ...¡mano de hierro!... Con la severidad milenaria de sus Leyes  Diaguitas.
            Los Deiqui tenían incluso como dijimos, autoridad legal sobre los Comechingones, quienes desde la llegada de los Malfin en 1670 estaban expatriados en la práctica de la Docta, por vagancia. De donde podemos inferir por dónde vino la acusación contra Deiqui. Córdoba era una ciudad de trabajo, estudio, disciplina, arquitectura y arte, bajo las directivas jesuíticas. Y esto hizo crecer a los Malfines, quienes ganaron prestigios propios más allá del propio linaje.
            Ejercían una soberanía total y legal, sobre la población nativa de la provincia cordobesa. Como conjunto étnico progresista, como sociedad civilizada, como pueblo cultural, los Deiqui y sus Malfines, eran los responsables jurídicos de las tribus atrasadas y autóctonas en este aislado y antiguo "Tucumanao". Una tierra virgen incorporada a la civilización, desde la fundación de Córdoba. Estos Curacas respondían por todos ellos ante la dirigencia virreinal, y eran de suma exigencia. Tal como se exigieron progresar ellos mismos, desde su llegada y habíanlo logrado, con sus quintas, sus industrias y su vida universitaria.
            Los diaguitas están considerados entre los "indios blancos" muy típicos en el cono sur sudamericano. El estudioso Marcelo Aballay (diaguita sanjuanino muy blanco, cara redonda y ancha) dio en Córdoba numerosas conferencias al respecto, entre 1960 y 1980.
            Y allí va caminando su alteza Deiqui, el príncipe diaguita, sin insignias, sin tamboriles, sin banderines, despojado de honores, atravesando un territorio inmenso ... Pero acompañado por una multitud que se le une en el camino, que se adhiere a su marcha en silencio, que no lo abandona. 
Si esto lo hizo él, por proselitismo o por demagogia, nos demuestra con ello al mismo tiempo, su enorme talento político. Pero a diferencia de Tupac Amarú que se levantó en armas muy poco antes, su lucha será jurídica, intelectual y erudita. Su lenguaje pulido será  atendido y escuchado de igual a igual, por los Oidores de Charcas. Pues ante todo y a pesar de la multitud que lo acompañaba -como a Gandhi en el viaje de la sal e igual que él- Don José Antonio era un pacifista.
  
9 - LA  CIUDAD   MONASTERIO  
           
            Los Malfin posibilitaron en gran medida, la existencia de esta Ciudad Monasterio del Cono Sur Sudamericano. Pues durante mucho tiempo los habitantes de Córdoba, fueron gente de claustro. De biblioteca. De estudio. De concentración. De pensamiento. De órdenes monásticas y centros educativos. Jesuitas con sus: Parvulario, Universidad, Biblioteca, Imprenta. Como también Franciscanos, Franciscanas, Catalinas, Teresas, Mercedarios, Dominicos, todos ellos además con Seminarios. El conjunto total del habitante en los primeros siglos de esta ciudad, era de claustro.
            Era una ciudad vestida de ropa talar. En los dibujos registrados por los cronistas de la época, puede verse que los habitantes vestían corrientemente ropa monástica. Fueran ellos jesuitas, monjes, monjas, sacerdotes, profesores, alumnado del parvulario o del universitario, todos acostumbraban a vestir este ropaje. Los niños tal como aparecen en estos dibujos llevan hábito largo igual a los monaguillos y caminan por la calle ciudadana acompañados por un preceptor. Es posible que los civiles también la usasen para no desentonar, como era (y a veces es, aún hoy) la costumbre establecida en los monasterios europeos     con sus huéspedes.
            Para mantener una ciudad hecha de jesuitas, monjes, monjas, sacerdotes, alumnado de niños y jóvenes internos, se evidencia que este conjunto humano no tenía prevista la reproducción. En la edificación colonial del período llama la atención la ausencia de lugar para niños o la falta de cocina. Para que la ciudad de Córdoba fuera creciendo (y fue creciendo, de acuerdo a las obras edilicias) sin evidenciar una edificación para familias, recibía aporte de afuera. Alumnos, monjas, monjes... gente de mística o de estudio.
            Su propio aislamiento continental facilitaba la inclusión de nuevos miembros decididos a alejarse por motu propio, del cansador "mundanal ruido". Los cuales a su vez como se observa, no se reproducían dentro del perímetro cordobés. O sea, nadie nacía entre esos habitantes, dentro de las grandes edificaciones pétreas. Las comadronas por su lado habitaban todas en el campo (y hasta el siglo XIX). Tampoco como hemos dicho, había infantes anteriores a la edad escolar. Todo lo cual se verifica por medio de la arquitectura dejada de aquel tiempo, donde el tipo de diseño para las habitaciones comunes, no permiten presuponer la residencia de madres lactantes. Ni de niños, en un espacio no previsto para ellos. Córdoba tuvo una arquitectura especialmente construida para adultos.
            Los Encomenderos, los habitantes laicos de este Tucumanao, dentro de la Provincia del Tucumán (hoy provincia de Córdoba) se establecieron en las Mercedes Reales, o sea zona de campo y producción agropecuaria. A la ciudad de Córdoba sólo arribaba aquél que tuviese que ver con el estudio o el monasticismo. No era una ciudad habitacional.   
            Y fueron precisamente los Malfin y sus descendientes, ubicados en el Pueblo de la Toma, al pie de la ciudad monacal, quienes constituyeron el grueso de la población civil por mucho tiempo. Pues la ciudad de Córdoba dedicada al estudio y monasticismo, en aquellos tiempos, no atraía a los espíritus mundanos. A los aspirantes a riquezas, o a los aventureros que pululaban en las Indias en esos siglos XVI, XVII y XVIII. Ello condicionó la circunstancia de que a partir del año l670 fuesen los diaguitas malfines, por mucho tiempo, hasta el arribo del Marqués de Sobremonte con un planteo de vida social diferente, la población civil y laica cordobesa. Podríamos decir en síntesis :
"Los Malfin fueron los primeros cordobeses que tuvieron en esta ciudad familias estables".
            Eran el elemento productivo, mientras que los universitarios y monjes, el consumidor. Cultivaban sus quintas de Alto Alberdi y distribuían el agua de sus acequias (Toma de la Acequia). Productores del cinturón verde tradicional en Córdoba, que todavía hemos conocido hasta avanzada la segunda mitad del siglo XX. Con sus tomates, choclos, ajíes, lechuga, pimientos, paspas, batatas, servidos en la mesa de los místicos conventuales o de los eruditos universitarios.
Juntos y amalgamados habían vivido en esa coexistencia indispensable, que permitió sobrevivir a la ciudad monasterio. Juntos habían enfrentado el aislamiento continental. Juntos habían preservado la civilización. Juntos habíanse preparado para el futuro. Juntos, extensa y largamente juntos, vivieron los avatares de furiosos Malones, expulsión jesuítica y fraccionamiento del Virreinato del Perú, con todas sus consecuencias, tan difíciles de sortear.
Juntos debían quedar hasta el final de aquel período colonial. Era imposible separarlos. Juntos debían despedir al siglo XIX que se avecinaba, con toda su evolución y todos sus cambios.
            Fueron los súbditos diaguitas de los príncipes Deiquis  -y ellos mismos ante todo- la quinta columna de la Córdoba jesuítica con su cuidada "Universitas Cordubensis Tucumanae". Los Malfines hicieron realidad que Córdoba fuera un centro universitario en el más lejano descampado posible. Lejos de toda otra metrópolis : de Charcas su tribunal, de Lima su capital virreinal, de Santiago del Estero su capital provincial, de Arica su puerto. Separada siempre por una gran salina del mar, de los puertos y del mundo. De fuentes de vida, de las fuentes originales de la cultura.
            Córdoba era el conejito de Indias de la gran Universidad internacional Jesuítica, donde ésta "probaba" a sus catedráticos. Y la Comunidad Malfin,  su tutora.  Su aya.  La que la cuidaba, tendía su cama, le daba de comer, levantaba sus muros, empedraba sus calles, forjaba los faroles, modelaba y cochuraba las ollas y los platos, con su hábil cerámica diaguita, siempre tan  mentada.
            Y se recompensaba a sí misma (esta dirigencia diaguita que se puso al servicio de tal obra magna) con una suerte de autonomía y autoridad  como sociedad india civilizada, donde nadie le discutía nada ¡Mucho menos aquellos eruditos y místicos cordobeses que vivían alejados del "mundanal ruido" junto al Calicanto!
 
10 - FUERO  de  los  NOBLES
                          
            Don José Antonio Deiqui está acostumbrado al respeto de toda una ciudadanía y no va a ceder. Cederá en cambio el gobierno borbónico del Virreinato del Río de la Plata. Los nuevos administradores. Y ellos se ajustarán a él. Porque Córdoba ha sido siempre gobernada desde Charcas, incluso por encima de la capital provincial en los tiempos que formó parte del Gran Tucumán (Santiago del Estero con quien mantenía reyertas). Y lo seguirá siendo mientras dure, mientras subsista. Mientras exista aún para el mundo ese Imperio Español de Ultramar, donde Charcas es el tribunal mayor.
            Y  hacia  allí  camina,  paso a paso ... su Alteza ...el príncipe  Deiqui  en  1795.
            Este príncipe tiene educación universitaria. Su madre María Constanza también "estudió con los padres jesuitas" según consta en los documentos presentados ante el alto tribunal. Lo que demuestra que durante el período anterior a la expulsión de la Compañía de Jesús, en Córdoba, las mujeres tenían escolaridad. Lo que hace a las damas cordobesas unas de las pocas mujeres ilustradas de aquellos siglos.
            Estos Malfin de etnia diaguita, o más precisamente esta Dinastía Deiqui ¿Era uno de los planes secretos de los Jesuitas que tanto preocuparon a Carlos III, ordenando su expulsión en  1767? El era en realidad un rey extranjero quien llegó al trono de España luego de reinar veinte años como Carlos VII de Nápoles, a causa de la muerte del Infante Fernando. ¿Estaban los Jesuitas preparando una clase dirigente para Sudamérica en la muy escondida y aislada Universitas Cordubensis Tucumanae situada en este apartado "finisterre"? Cual era la ubicación cordobesa en el mapa en este Cono Sur sudamericano, geográficamente distante de toda posible vigilancia oficial no deseada ... Mucho hace pensar que sí.
            Sabemos hoy día que había un gran proyecto Jesuítico gestándose en Sudamérica hasta 1767. Y esta clase dirigente Malfin con su Casa Real Deiqui a la cabeza, fue probablemente uno de los pilares centrales, dentro de cuyos esquemas los conductores jesuitas iban moviéndose, para concretar su paso al futuro. Puede verse que en el proyecto de la Orden para las Misiones Jesuíticas del Paraguay, había una programación bien concatenada.
            La ciudad de Córdoba pertenecía desde su fundación en 1573 al Virreinato del Perú, con capital en Lima. En esa administración colonial se mantuvo hasta el proceso traumático de la "expulsión jesuítica". Dentro de ella creció la Universidad. Sin embargo esta alta casa de estudios fue fundada en realidad por el erudito y educador franciscano Fray Trejo y Sanabria, cuyo monumento honra hoy el patio central de la Universidad de Córdoba, la cual es llamada entre los cordobeses La Casa de Trejo. Pero posteriormente, con una visión diferente (franciscanos tienen voto de pobreza y aquí se necesitaba una casa de estudios para hijos de encomenderos quienes administraban bienes del rey) fue otorgada por Felipe III de Austria a los Jesuitas. Ahora bien, para la Orden, nuestra Universidad de Córdoba pertenecía a la muy extensa "Provincia Jesuítica del Paraguay" por ello debemos realizar aquí una   segunda  lectura.
            El proyecto paraguayo de las misiones jesuíticas, in situ, es decir en el propio escenario Guaraní, tenía una clara programación industrial. La ciudad de Trinidad, con su espléndida arquitectura, era un emporio manufacturero y estaba sin duda prevista como capital de una futura nación. "Trinidad", fue aquella hermosa urbe que defendió el general de la Orden, padre Horotz, cañoneada sin piedad por las tropas de Carlos III de Borbón, hasta demolerla piedra a piedra.   
            El jesuita Peramás, por ejemplo, es en Córdoba profesor y en el Paraguay, misionero. Su libro que llegaría a Argentina dos siglos después de ser llevado prisionero (encadenado delante de sus alumnos mientras enseñaba Retórica) nos habla de un proyecto Jesuítico donde aplicábanse las ideas de Platón, detalladas por este autor griego en "La República". El libro del Padre Peramás editado hoy y leído con sumo interés, llámase : "Las Misiones Jesuíticas y la República de Platón". Peramás nos ofrece allí un análisis exhaustivo, sobre la organización de las misiones paraguayas, con un rico planteo comparativo.
Platón en la República y en el Político nos propone además, una semblanza sobre la clase dirigente de esta sociedad especial y equilibrada. El autor griego nos describe con minucia esa gente que debe estar formada, por conductores preparados y elegidos para tal fin, en condiciones apropiadas. Tanto como educados para mantener el orden y la preservación del sistema. Una clase dirigente formada  ad hoc, bajo esta consigna. Son ellos los "Guardianes" de la República, llamados así por  el  filósofo.
Y esta dirigencia a la cual el ilustre ateniense dedicaba párrafos especiales sobre su preparación ¿Serían acaso los Deiqui para la Orden?
 Todo quedó en un obscuro misterio después de la expulsión compulsiva de las huestes de Loyola. De la misma manera que resulta misteriosa esta "Curaquía" en medio de la ciudad de Córdoba, casi despoblada de gente civil. Una nación completa diaguita insertada en medio de ella, nos ofrece como panorama una perla escondida, una más dentro del período jesuítico, que oculta muchos misterios aún. Como también abre una incógnita sobre el imperialismo expansionista de la Casa de Austria, que aceptaba príncipes Malfines gobernantes dentro de sus territorios, y no sólo los aceptaba, los importaba a la fuerza desde el norte argentino hacia Córdoba en el finisterre de su imperio.
            Hombre de élite, Don José Antonio Deiqui defiende su Curaquía como Reino asociado con plenos derechos. Su Alteza Deiqui "No permite pulperías" en la nación diaguita que él gobierna. Combate además "con sumo rigor la ociosidad, la vagancia y la ebriedad". Funda una plaza y organiza un Mercado, todavía subsisten en Córdoba (Barrio Alto Alberdi) como sobrevivencia de un pasado que aún persiste. Son además "norte de su gobierno la virtud, la justicia y la ética"... Cada palabra de este príncipe José Antonio, hace gala de su cultura refinada. Sus descendientes serán tan cultos como él al punto de dotar a Córdoba de relevantes figuras de nuestro tiempo, como el profesor Rojas de Villafañe, quien es el que nos entrega la documentación sobre su principesco antepasado.
            Dicho historiador cordobés señala y cita además, una larga serie de familias cuyo solar tradicional pertenece a Alto Alberdi, con apellidos conocidos en Córdoba y de gran prestigio social. Todos ellos, según este investigador que habla en función de documentos, de un claro origen Malfin.
            El príncipe Deiqui ostenta un sello inconfundible que le ha sido prefijado. Político de raza, carismático, de aquéllos que pueden convocar conciencias y volcar decisiones.

Con él se presenta. Camina. Lucha. Vence.

Vini. Vi. Vincí
  
Acostumbrado a gobernar desde el nacimiento, desde la cuna y amamantado por una mujer ilustrada -su madre María Constanza- exigirá con argumentos válidos el cumplimiento del Derecho Español y su jurisprudencia, que había sido violada. Es él, José Antonio, uno de los últimos reyes indoamericanos reconocido por un tribunal colonial. Rey de legítimas raíces, de tronco original. Autóctono. Fue el suyo, uno de los grandes momentos, en donde los pueblos dormidos de la Pachamama, hicieron sentir el peso y el vigor de su pasado brillante.
            Para él, hombre rico y cordobés de alcurnia, universitario de gran orgullo, esa caminata impresionante atravesando valles, sierras, salinas, bosques, pampas, paredes rocosas cortadas a pique, quebradas e infinitas poblaciones desde Córdoba hasta el Alto Perú... significaba más que un esfuerzo sorprendente. Era todo un reto con la historia y una superación sobre sí mismo.
            También nos habla de su talento como dirigente de masas. Su capacidad de conducción. Esa espectacular convocatoria y su magistral entrada en Charcas, acompañado de aquella multitud que lo seguía, pacifista y legalista como él, nos lo muestra de cuerpo entero. Aparte de sus derechos legalmente asentados en sus escritos y oratoria, está la fuerza anímica y su capacidad política, que no se desvió ni por un momento de su contexto y contenido real :
Las  Leyes  Diaguitas.
El sistema de orden de su pueblo, la confirmación de ese derecho para continuar con el equilibrio, el trabajo y el crecimiento. Y presentándose así, con tal argumentación ante ese poderoso y máximo tribunal, acompañado además por una corte de seguidores multitudinaria pero completamente pacifista, y haciendo respetar en su persona dinástica, al carolingio "Fuero de los Nobles", en el cual se amparaba y al cual exigía.
Este fuero colocábalo a él, por arriba de las autoridades corrientes coloniales, pues él era Don José Antonio Deiqui, Rey de los diaguitas de Córdoba en la Comunidad Malfin, "Curaquía" conferida más de un siglo atrás con todos los recaudos legales que le asistían.
            En el Alto Perú se ubicaba la más antigua civilización precolombina con su asiento en la megalítica Tiawanacu, donde recorrer sus monumentos es entrar en el corazón del tiempo. Fue su heredero el Reino de los Charcas, más tarde el Collasuyo Incásico y en la época donde se desenvuelve nuestra historia : la Real Audiencia de Charcas. Y hacia ella se dirige Don José Antonio Deiqui, cordobés y príncipe docto.
   
11 - REAL  AUDIENCIA  de  CHARCAS
 
            El Alto Perú posee una experiencia civilizadora larga. Secular. Posee cultura desde el comienzo. Primero como dijimos la de Tiawanacu, luego vino la del Reino Charca con sus reyes propios, posteriormente la del Inca, suplantado por la Casa de Austria y finalmente por esta última dinastía nueva que es Borbón. Pero siempre defiende la legalidad. Cuando en siglos anteriores se levantaron los Charcas en contra de los Incas, fue para hacer respetar sus leyes. Y el Inca tuvo que aceptar. Ahora defenderá a Deiqui... su orden, sus principios, sus leyes.
            Los Oidores saben que tierra adentro, un desorden en la comunidad india -que acata sólo los mandos autóctonos- puede producir una hecatombe incontrolable. Un desorden de proporciones inesperadas. Por ello el Fuero de los Curacas ha sido siempre validado por esta Audiencia, por todo lo que reviste de indispensable. Charcas, Chuquisaca, La Plata (ciudad de varios nombres o tres ciudades distintas dentro de un solo predio) ha considerado a Córdoba por siglos como a su hija... O su ciudad rebelde, siempre.
            Todos los pleitos de esta ciudad terminaban allá ¡Y Córdoba tenía ya infinitos pleitos en el tiempo hispanocolonial! Charcas la ha cuidado desde el comienzo : diseñó el plano de su ciudad, pobló su provincia, distribuyó sus Mercedes Reales, le envió encomenderos para que las trabajasen, demarcó sus caminos enviándole portugueses cartógrafos, colocó sus postas, le proveyó de familias en los pueblos, profesores en la ciudad, artesanos, le dio gobernantes ...Fueron siglos.
¡Ahora salvará a la ciudad del Córdoba de una probable anarquía, haciendo valer los derechos de legitimidad de la Dinastía Deiqui!
 
12 - EL   MONARCA
                       
            Avanzó por los caminos como un Rey, seguido por un séquito.  Fue recibido por una multitud que lo aguardaba ovacionándolo en la Plaza de Armas frente a la Real Audiencia, para verlo entrar por los grandes pórticos del supremo tribunal.
Llegó hablando en latín. Recitando leyes y expresándose con oratoria. Buscando un interlocutor válido. Y Charcas los recompensó :

¡Siguió siendo Rey!

El único. La única casa reinante que tuvo su asiento en Córdoba......La Deiqui. Murió en 1800 como un monarca. Con todos los honores. Le sucedió el príncipe Don Juan de Dios Villafañe Deiqui En 1881 se repartió el Mayorazgo. Sus herederos formaron parte de la ciudadanía de la Docta Córdoba. Su descendiente, el profesor universitario Rojas de Villafañe, nos rescató finalmente su  memoria.

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El profesor Rojas de Villafañe recibió el Premio Historia de la Provincia de Córdoba por esta investigación en la que se apoya el siguiente relato
 
 
 
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Foto del autor Alejandra Correas Vzquez
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Descripción

lA NICA CASA REINANTE QUE TUVO SU ASIENTO EN CRDOBA DE ARGENTINA Y HA DEJADO VALIOSOS DESCENDIENTES

Palabras Clave: rey en crdoba

Categoría: Ensayos

Subcategoría: Sociedad



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