UN REY EN CRDOBA
Publicado en Oct 24, 2009
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UN    REY    EN    CÓRDOBA
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1 - Su  Alteza
  
            1795. Es la mañana. Don José Antonio Deiqui comienza su largo peregrinaje a pie, seguido por un séquito, que lo llevará desde Córdoba hasta el Alto Perú ... caminando desde la vera del Calicanto, hasta la Real Audiencia de Charcas.
          Su frente altiva y principesca. Su erudición. Su elegancia, su refinamiento y orgullo, causan temor y cautela entre sus súbditos. Son los últimos días de vida y esplendor del Imperio Español de Ultramar en Sudamérica, en este año de 1795.

            Don José Antonio ha sido traicionado por descontentos de su propio pueblo, su pueblo Diaguita, su "Comunidad Malfin", aquellos mismos Malfines que los misioneros Jesuitas supieran traer más de un siglo atrás, para entregarles el dominio y la distribución de las aguas de Córdoba... sus regadíos, sus canales y sus quintas ubicadas en la zona fértil del "Pueblo de la Toma de la Acequia", con documentación válida que habría de respetarse más allá del Virreinato, pues es una Merced Real.

            Los bienes diaguitas en Córdoba abarcan la inmensa extensión que va desde Alto Alberdi hasta el Chateau Carreras, todo incluido. El predio fue siempre desde el siglo XVII de los Malfin y sus descendientes, hasta la división del Mayorazgo Deiqui en 1881, con mensura y división entre descendientes de diaguitas Malfines. Por decisión de su último príncipe el inmenso predio pertenecía a toda la Comunidad Malfin y no  únicamente a la familia dinástica Deiqui.

            Pero José Antonio está solo. En aquella mañana de 1795, no tiene apoyo. Es quizás él, lo único que resta de toda esa gran empresa Jesuítica que convirtiera a esta ciudad alejada del mundo, en una sede universitaria, que transformara a antiguos aventureros  en una sociedad erudita. Y a su provincia del Tucumán en un emporio progresista, industrial, agropecuario, vitivinícolo... Se trajeron las vides, los trapiches, las cepas, el ganado, los olivos, el cereal, los profesores, los libros, la imprenta, los archivos, los violines. Finalmente también, se trajeron a los indios civilizados. Ellos,  precisamente :  Los  Malfin, y Don José Antonio Deiqui es su príncipe, su "Curaca". Su monarca reconocido en Córdoba por dos siglos. La Real Audiencia de Charcas dará su veredicto y fijará finalmente,  la validez de estas  razones.
  
2 - LA  DINASTÍA  DEIQUI
 
            Las autoridades borbónicas son tozudas -vascas- descendientes de Enrique de Navarra, pero se han enfrentado con lDeiqui, la única dinastía nobiliaria existente, reconocida y aceptada durante años en la larga vida colonial de Córdoba Colonial, que perteneciera a inmensa Provincia del Tucumán de antaño... ¡que ahora ya no existe!

            Como tampoco existe ya más, el gran Virreinato del Perú  que abarcaba un medio continente y ha quedado dividido ahora en tres Virreinatos menores (luego de la expulsión Jesuítica) con evidentes carencias directivas como los años iban a demostrarlo. Como se halla ahora ausente la progresista Compañía de Jesús que llenara de eruditos a Córdoba, transformándola en La Docta, probando y haciendo hacer carrera a los jóvenes profesores europeos,  quienes más tarde brillarían en las cátedras de Europa.

             ¡Pero la Real Audiencia de Charcas todavía existe! ... Está intacta porque de ella dependerá el orden, el método y el equilibrio de todo este imperio español sudamericano... .mientras dure,  mientras subsista. Por eso su alteza Don José Antonio camina erguido, incólume, frío y austero hacia el  Alto  Perú, llevado únicamente por sus piernas y por su séquito.
  
3 -LOS  MALFIN
 
            Es el honor de un Rey, de una casa dinástica inextinguible y de un pueblo soberano, al que los hombres de Loyola salvaron de su exterminio al traerlos (prisioneros, encadenados, enjaulados, a punta de lanza y con grilletes) desde los valles catamarqueños en 1670, luego de un cruento levantamiento sofocado a pólvora, y rescatándolos así de su extinción completa.

            Estos prisioneros tan concienzudamente elegidos vinieron  a  salvar a Córdoba de la indolencia y vagancia de los nativos Comechingones, indiada autóctona, con su primitivismo cultural  (imposible incluso para asimilar la civilización del Inca) imposible de superar y al que la ciudad  de Córdoba no hallaba remedio.
            Los Malfin de 1670 son una tribu entera, compuesta de ancianos y mujeres, hombres y niños, príncipes y súbditos, sacerdotes y civiles. ...¡Completa!... deportados en masa. Civilizados, refinados, industriales, alfareros, textiles, albañiles, artesanos hortelanos, comerciantes, sastres, artistas,  músicos. Con una fuerte tradición cultural y rígidas leyes sociales. Una nación Diaguita procedente de los valles catamarqueños "importada" a la fuerza. A punta de espada y con cadenas.

Llegan aterrados...espantados...asombrados,   encadenados....y esperando la muerte.
  
            No saben que Córdoba Colonial -la perla austral del Virreinato del Perú- les dará bienes especiales, posibilidades de progreso y de injerto en la ciudadanía cordobesa. Y a sus nobles la dinastía Deiqui ... honores de Reyes. Aún no saben al llegar aquí encadenados y humillados, que un devenir muy promisorio les aguarda. Que esta ciudad reconocerá su estirpe y sabrá valorar su identidad propia de nación, de sociedad cultural. Y esa misma casa nobiliaria Deiqui que en aquel momento se resiste y grita ante su deportación (cuando es arrancada de sus lares) irá algún día más adelante dos un siglo después a defender sus derechos dentro de esta Córdoba que ama, que considera prácticamente como suya. ¡Y a la que no está dispuesta a desalojar, ni a dejar en manos  usurpadoras!...Caminando para ello hasta la Real Audiencia de  Charcas...
  
            Y hacia allí se dirige su alteza Don José Antonio Deiqui. no lo detendrán los caminos, ni el vacío de las pampas, ni el abismo de las quebradas. Ni la soledad de la Salina Grande. No se inmutará ante el frío de las noches a la intemperie o la resolana de los mediodías ardientes. Y será esta distancia impresionante hecha a pie, sin un solo desaliento, con capacidad de entrega a una consigna, el mejor triunfo logrado por esta antigua Dinastía Diaguita,  aclimatada ya a la ciudad colonial e identificada con la sociedad cordobesa  y su cultura. Su alteza Don José Antonio Deiqui repite así, insistentemente, con la fuerza erudita de su formación cultural sólida,  recibida por manos de sus preceptores Jesuitas :

---" Me corresponde ser amparado por el "Fuero de los Nobles "
           
4 - El  TRIBUNAL  de  CARLOS  V
 
            Tendrá cuando llegue un interlocutor válido : Los Oidores de la  Real  Audiencia  de  Charcas. Encontrará  nuevamente ese estilo que él añora y se halla ausente ahora de Córdoba, luego de la expulsión de los Jesuitas. Que se ha perdido en el Tucumán ahora desbastado, desarticulad, partido en pedazos todo el Virreinato del Perú de antaño, fragmentado en cinco virreinatos menores.

            Porque los nuevos amos Borbones (que rigen ahora al Imperio Español de Ultramar) a pesar de sus celos y rivalidades contra los Austrias, a quienes han sucedido ...no dejarán que se extinga  Charcas. Han comprendido la importancia política de esta ciudad de los tres nombres (Charcas, Chuquisaca, La Plata y en el futuro le agregaremos uno más, Sucre, para seguir siendo la  "ciudad  de  los  muchos  nombres").  "Charcas La Blanca" según reza en los carteles de bienvenida a los visitantes modernos, debe permanecer vigente. No puede esta antigua capital del "Reino Charca" sufrir un hecatombe, perder su crédito de confianza y renombre de legalidad adquirido en siglos, puesto que ello provocaría un desequilibrio político, que hasta los innovadores Borbones  prevén como peligroso.

            De toda la gran gama de trasformaciones que esta nueva dinastía Borbón trajo consigo quedó empero algo intocable del pasado : la Real Audiencia de Charcas.
  
            Tribunal Mayor del Rey e independiente de los Virreyes, con "fuero propio" otorgado en el siglo XVI por Carlos V Emperador,  lo que constituía una gran herramienta de gobierno. Su fuero de acuerdo a cláusulas sólo admitía el veto real o imperial. La elegida selección de sus Oidores y las exigencias a que ellos mismos estaban sometidos -durante su breve período de residencia en el Alto Perú adonde luego no podían volver- da por sentado el interés que esta destacada "Real Audiencia de Charcas" concita  y  conlleva. Y hacia ella va José Antonio Deiqui ...caminando... Cruzando esteros y montañas. Salinas y pampas. Desde las verdosas tierras cordobesas que le pertenecen, hasta el altiplano altoperuano a cuatro mil metros de altura, en busca de este tribunal máximo de última  instancia.

            La acusación contra el príncipe Deiqui (hecha por su propia comunidad) partió del hecho de aplicar este príncipe sus Leyes Diaguitas -antiguas, severas y milenarias- a su Comunidad Malfin, donde tenía asentado su poder legal e intransferible de "Curaca" (o sea gobernador de la realeza en el incario y cargo político hereditario para príncipes nativos en el sistema colonial español, llamado Curaquía). Estas leyes ajustadas a un código ancestral diaguita, respetado en tiempos de la Casa de Austria (correspondiente al período Jesuítico) desnuda un pensamiento de gobierno. Como también una debilidad interna en la nueva dirigencia española al soslayarlo.

            Estamos pues de camino hacia el Alto Perú junto a su alteza el Curaca Deiqui, en un larguísimo camino (¡Y a pie!) en busca de este tribunal de instancia final. Es el propio "Carolus Quintus" quien va hablar por él. Es el propio Inca que se refleja allí, para los súbditos de herencia precolombina. Pues las Audiencias coloniales y más aún la de Charcas, eran sitios muy frecuentados por las comunidades autóctonas.  Tenían en ellas su espacio propio, su voz, mucho más de lo vendría después.
 
5 -- AUSTRIAS  y  BORBONES
 
            Esta acusación que privaba de autoridad y nobilitat a un Curaca (intocable en el incario y en el sistema colonial español  anterior) nos demuestra que los nuevos reyes no tienen el mismo sentido de organicidad que los Habsburgos, con quienes el engranaje del Imperio Español de Ultramar se convirtiera en una célula viva y perfecta, como el cuerpo  humano. Los Borbones ya han perdido Québec, Nápoles, Flandes, Sicilia, perderán dentro de poco Hispanoamérica, más tarde Filipinas, Cuba. y venderán Florida. Imperios que se deshicieron en sus manos. El caso Deiqui es una demostración más de la tendencia anárquica de esta administración. El absolutismo de Luis XIV no dio resultado en las colonias.

             No les negaremos humanismo. Voltaire, Diderot, Rousseau, l'Enciclopedie, la Ilustración, son producto de las cortes borbónicas. Les negamos orden. Los Borbones son reyes distintos a casi todos los conocidos. Apelan al individuo. Buscan la mente del hombre. Investigan el devenir de la sociedad. Muchos de nuestros valorados e incontables asertos actuales nacieron en Versalles, en la círculo de los Luises ...¡Pero pierden los imperios adonde en definitiva debe que vivir el hombre!

             Luis XVI abolía la pena de muerte, plantaba árboles y flores junto a su pueblo, en las plazas de París. Era un botánico que dejó en esta materia trabajos muy valiosos. Luis XV otorgaba pensión a los intelectuales entregándoles el uso completo de sus salones. El mismo era un avanzado químico. Se llamaba a palacio al Señor de Lasalle, quien había creado de su propio peculio una escuela nueva donde se instruían grupalmente niños nobles, burgueses y obreros, en clases colectiva, dando inicio con ello a la educación moderna.
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            Los Borbones tienen además una inmensa facilidad para perder bienes y vidas, pero cambian no hay duda, la historia del hombre. Grandes reformadores, tienen luces y sombras. Nadie les quitará sus brillos, tampoco podrán negar sus desacierto como la expulsión Jesuítica, que desequilibró a todo al imperio español.
 
6 - PRÍNCIPES  DEIQUI
 
            Cuando Don José Antonio Deiqui camina hacia el Alto Perú para recabar sus derechos de establecer orden y firmeza en su nación Malfin cordobesa ... las calles de París están limpiando la sangre derramada por el "Terror", en cuyas manos terminó el reinado borbónico. Hay peligro pues en Córdoba, amenaza de desorden en las estructuras diaguitas milenarias (probablemente más antiguas que las del propio Inca). Temor al desorden, a la  disolución social por la pérdida de códigos y convivencia con este pueblo precolombino , puro hasta entonces, e instalado en  el extenso predio que va desde Alto Alberdi hasta  Chateau  Carreras.

            Atacar a los Príncipes Deiqui es atacar una estructura bien conservada, que puede desarticular en demasía a Córdoba Colonial, con su provincia fronteriza en la zona de desmanes Maloneros (hordas salvajes asaltantes). La barbarie se halla allí nomás, a sus puertas. Pero en esta fecha de 1795 veintiocho años después de la expulsión de los Jesuitas, aún subsiste el organigrama que ellos establecieron con apoyo de la Dinastía Deiqui. Ellos representan lo que todavía resta en pie, con firmeza y orden.

           Esta coexistencia con de la comunidad nativa  cultural, puede perderse. Y llave importante de este sistema es la nobleza Deiqui. Sin embargo se ha decidido eliminarla, como parte no hay duda, de un aniquilamiento terminal del programa Jesuítico. Pero aún está por verificarse, ante la mentada Real Audiencia e Charcas, si ello es factible.

            Esta antigua dinastía Deiqui que junto a sus súbditos fuera trasladada en 1670, como un pueblo completo, hacia la ribera del río donde fuera fundada Córdoba, tuvo bajo su control legal a toda la población nativa. Es importante impregnarse con los sentimientos del momento, al constatar el aislamiento en que vivía esta ciudad colonial y con ello comprender el papel que cada cordobés representaba dentro del colectivo humano, donde el aporte de cada  miembro era indispensable. Los citadinos jugaban un rol fundamental en dicha sociedad en ciernes,. que sería desarticulada sin posibilidad de reemplazo por acefalía, en el caso de perder los príncipes Deiqui su Curaquía. Representaba gran peligro desprenderse de este miembro distinguido y necesario, para mantener la paz con el elemento nativo civilizado, entonces en mayoría étnica muy pronunciada. Y a más con el agravante de Malones salvajes cercanos.

            Tenía bajo su mando Don José Antonio también a los muy autóctonos Comechingones, siendo este príncipe el responsable, de la comunidad india cordobesa en su totalidad. Sus leyes, su respetabilidad, su linaje antiquísimo que se pierde en la noche de la historia, diéronle a estos dinásticos diaguitas (tanto entre los naturales como ante las autoridades oficiales españolas) una distinción permanente
 
            La larga distancia con Europa, tuvo su apoyatura en la política liberal y descentralizante de la Casa de Austria, la cual otorgó autoridad a los mandos medios volviéndolos casi autónomos. Ello permitió una administración efectiva en las Colonias, a pesar de la incalculable distancia que separaba la metrópolis de sus súbditos en las Indias Occidentales y Orientales. Tal el caso Jesuita y el caso Deiqui.      
      
            Oponerse a las Leyes Diaguitas por "exceso de rigor" (tal es la acusación contra Deiqui) no era en modo alguno una forma de preservar el gobierno español en sus colonias. Menos aún acusando a este código diaguita antiquísimo y autóctono, de estrictez. Poniendo en duda la capacidad propia de los reyes naturales, para con su nación. Cuando menos, es una falta de respeto hacia la América precolombina.

            El hombre no es perfecto y quizás ni siquiera sea perfectible. Podrá ser ilustrable, educable, modificable, pero necesita una guía especializada que se juegue por el orden desde arriba suyo. Que controle la paz social en bien del propio individuo. Son pocos los espíritus auténticamente independientes en una colectividad masiva. Más que nada, en una comunidad india, donde el espíritu de colmena es insuperable.
                       
7 -PEREGRINAJE   de   un   REY
 
            Su alteza Don José Antonio Deiqui avanza a pie por quebradas serranas. Por picachos altivos como él. Se introduce en desiertos salinos y atraviesa campos de tierra roja. Poblaciones,  grandes y pequeñas. Ciudades y ríos. Va a pie, lo sigue un séquito. Lo acompañan de a trecho. Se suman otros. Quedan en el camino los anteriores. Su peregrinaje insólito en pleno siglo XVIII y en sus postrimerías, cuando el mundo entero está esperando el advenimiento de Napoleón y la era del progreso se aproxima con pasos agigantados, en este año de 1795,  nos parece un antecedente notable de Gandhi en el "camino de la sal".
  
            El largo trayecto no lo detiene. Ni la pampa, ni la montaña, ni el poderoso Altiplano con sus paredones cortantes. El continúa a pie por el viejo camino de las llamas y de los incas, luego de haber atravesado a pie todo el centro y el norte argentino, como todo cordobés convencido de un propósito firme.

            Este príncipe diaguita, que fuera respetado como tal por los códigos vigentes en el anterior Virreinato del Perú (ahora fragmentado) se halla en este momento muy solo. No tiene en esta mañana de 1795 respaldo político. Lo tuvo siempre, nació con él, lo tuvo su familia en esta ciudad donde la sociedad de Córdoba y su centro universitario le deben mucho a los Deiqui, para ser él ignorado. Para pasar por alto sus reclamos de legalidad, de austeridad y valores principistas, tal como él los expone. Lo vemos manifestarse con soltura en todo momento.  Y en el Alto Perú donde están los archivos coloniales, su palabra será oída por arriba de las autoridades del nuevo Virreinato que recién comienza su vida. Que no tiene todavía experiencia de gobierno en Sudamérica.

            El príncipe Deiqui ha mirado con soberbia a los hombres que componen esta dirigencia del nuevo Virreinato, y ellos nada comprenden. Su dinastía es más antigua que las europeas y las europeas hasta aquel momento, habíanle reconocido siempre su vigencia. Y volverán a reconocérsela ... porque lo necesitan. La nobleza Deiqui es indispensable para el equilibrio político de Córdoba, para mantener su derecho al orden.

            La "autoridad" tiene reglas. Es como una magia. Puede ser muy dura, puede ser fría, pero tiene que ser efectiva para salvarnos de la anarquía. Para preservarnos dentro de la civilización. Aristóteles nos dice que la deformación de la Monarquía es la Tiranía y la de la Democracia es la Anarquía  ( "La Política" ). La Casa de Austria  puso orden efectivo en América, creando una administración. Mucho más los Incas. Los Deiqui fueron igualmente severos, ordenados. Y José Antonio Deiqui se dirige hacia los Oidores de la Real Audiencia de Charcas, para hablar de estos principios.
 
8 - LEYES   DIAGUITAS  
                       
            Don José Antonio tiene esa altivez, esa soberbia, que son comunes en aquel tiempo a nobles incásicos y diaguitas. Sus escritos y réplicas son de un arrogante orgullo. Es además un hombre de los claustros jesuíticos, como todo hijo de príncipe. Cultísimo, erudito y brillante, también conocedor perfecto de las leyes a nivel académico.

            Habla latín. Se expresa con oratoria. Ha sido preparado por la Universidad de Córdoba para servirla y honrarla, como todo cordobés de vieja alcurnia. No podrán avasallarlo. El pasará por arriba de todos los que se le opongan. Es uno de los últimos príncipes americanos puros ("sin mezcla de otra raza", como atestigua él mismo) pues la pureza de linaje era una exigencia de la autoridad colonial para ejercer el cargo de Curaca. Y atraviesa a pie un territorio inmenso, casi un medio continente, caminando con su dignidad y su prestancia sin los antiguos honores que antes le correspondieran. Porque tiene sobre él la acusación de gobernar a su pueblo "Comunidad de la Toma de la Acequia" -hoy Alto Alberdi y Chateau Carreras- con mano de hierro. Con la severidad milenaria de sus Leyes Diaguitas.

            Y allí va caminando su alteza Deiqui, el príncipe diaguita, sin insignias, sin tamboriles, sin banderines, despojado de sus honores, atravesando un territorio inmenso. Lo acompaña una multitud que se le une en el camino, que se adhiere a su marcha en silencio, que no lo abandona.  Si esto lo hizo él por proselitismo o por demagogia, nos demuestra con ello al mismo tiempo, su enorme talento político. Pero a diferencia de Tupac Amarú que se levantó en armas muy poco antes, su lucha será jurídica, intelectual y erudita. Su lenguaje pulido será  atendido y escuchado de igual a igual, por los Oidores de Charcas. Pues ante todo y a pesar de la multitud que lo acompañaba -como a Gandhi en el viaje de la sal e igual que él- Don José Antonio era un pacifista.
  
9 - Ciudad   Monasterio 
           
            Los Malfin posibilitaron en gran medida, la existencia de esta ciudad colonia, pues durante mucho tiempo los habitantes de Córdoba fueron gente de claustro. De biblioteca. De estudio. De concentración. De pensamiento. De órdenes monásticas y centros educativos. Parvulario, Universidad, Biblioteca, Imprenta. Jesuitas, Franciscanos, Franciscanas, Catalinas, Teresas, Mercedarios, Dominicos, el conjunto total del habitante en los primeros siglos de esta ciudad, era de claustro.

            Era una ciudad vestida de ropa talar. En los dibujos registrados por los cronistas de la época puede verse que los habitantes vestían corrientemente ropa monástica. Fueran ellos religiosos o no, todos acostumbraban a vestir este ropaje. Los niños tal como aparecen en estos dibujos llevan hábito largo igual a los monaguillos y caminan por la calle ciudadana acompañados por un preceptor.

            Para mantener una ciudad hecha de monjas y sacerdotes, alumnado e internos, se evidencia que este conjunto humano no tenía prevista la reproducción. En la edificación colonial del período llama la atención la ausencia de lugar para niños o la falta de cocina. Para que la ciudad de Córdoba fuera creciendo sin evidenciar una edificación para familias, recibía de hecho aporte de afuera. Su propio aislamiento continental facilitaba la inclusión de nuevos miembros decididos a alejarse por motu propio, del cansador "mundanal ruido". Los cuales a su vez como se observa, no se reproducían dentro del perímetro cordobés. O sea, nadie nacía entre esos habitantes, residentes en grandes edificaciones pétreas. No había infantes anteriores a la edad escolar. Todo lo cual se verifica por medio de la arquitectura dejada de aquel tiempo, donde el tipo de diseño para las habitaciones comunes, no permiten presuponer la residencia de madres lactantes. Ni de niños, en un espacio no previsto para ellos. Córdoba tuvo una arquitectura especialmente construida para adultos. A la ciudad de Córdoba sólo arribaba aquél que tuviese que ver con el estudio o el monasticismo. No era una ciudad habitacional. 

            Fueron precisamente los Malfin y sus descendientes, ubicados en el Pueblo de la Toma, al pie de la ciudad monacal, quienes constituyeron el grueso de la población civil por mucho tiempo. Córdoba dedicada al estudio y monasticismo, no atraía a los espíritus mundanos, a los aspirantes a riquezas, aventureros que pululaban en las Indias. Ello condicionó la circunstancia de que a partir del año l670 fuesen los diaguitas malfines, por mucho tiempo, la población civil cordobesa. Podríamos decir en síntesis : "Los Malfin fueron los primeros cordobeses que tuvieron en esta ciudad familias estables".

            Ellos eran el elemento productivo, mientras que los universitarios y monjes, el consumidor. Cultivaban sus quintas de Alto Alberdi y distribuían el agua de sus acequias (Toma de la Acequia). Productores del cinturón verde tradicional en Córdoba, que todavía hemos conocido hasta avanzado el siglo XX. Con sus tomates, choclos, ajíes, lechuga, pimientos, paspas, batatas, servidos en la mesa de los místicos conventuales o de los eruditos universitarios.

           Juntos y amalgamados habían vivido en esa coexistencia indispensable, que permitió sobrevivir a la ciudad universitaria. Juntos habían enfrentado el aislamiento continental. Juntos habían preservado la civilización. Juntos habíanse preparado para el futuro. Juntos, extensa y largamente juntos, vivieron los avatares de furiosos Malones, expulsión Jesuítica y fraccionamiento del Virreinato del Perú, con todas sus consecuencias, tan difíciles de sortear.
Juntos debían quedar hasta el final de aquel período colonial. Era imposible separarlos. Juntos debían despedir al siglo XVIII y recibir al XIX que se avecinaba, con toda su evolución y todos sus cambios.

            Fueron los súbditos diaguitas de estos príncipes Deiqui  la quinta columna de la Córdoba jesuítica con su "Universitas Cordubensis Tucumanae". Los Malfines hicieron realidad que esta ciudad tan aislada fuera un centro universitario en el más lejano descampado posible. Lejos de toda otra metrópolis : de Charcas su tribunal, de Lima su capital virreinal, de Santiago del Estero su capital provincial, de Arica su puerto. Separada siempre por una gran salina, del mar y los puertos, del mundo. De fuentes de vida, de las fuentes originales de la cultura.

            Córdoba era el conejito de Indias de la gran Universidad internacional Jesuítica, donde ésta "probaba" a sus catedráticos. Y la Comunidad Malfin,  su tutora.  Su aya.  La que la cuidaba, tendía su cama, le daba de comer, levantaba sus muros, empedraba sus calles, forjaba los faroles, modelaba y cochuraba las ollas y los platos, con su hábil cerámica diaguita, siempre tan  mentada.

            Y se recompensaba a sí misma esta dirigencia diaguita que se puso al servicio de tal obra magna, con una suerte de autonomía y autoridad  como sociedad india civilizada, donde nadie le discutía nada ¡Mucho menos aquellos eruditos y místicos cordobeses que vivían alejados del "mundanal ruido" junto al Calicanto!
 
10 - FUERO  de  los  NOBLES
  
            Don José Antonio Deiqui está acostumbrado al respeto de toda una ciudadanía y no va a ceder. Cederá en cambio el nuevo gobierno Los nuevos administradores. Y ellos se ajustarán a él. porque Córdoba ha sido siempre gobernada desde Charcas, y lo seguirá siendo mientras dure, mientras subsista. Mientras exista aún el Imperio Español de Ultramar, donde Charcas es el tribunal mayor. Y  hacia  allí  camina,  paso a paso ... su Alteza ...el príncipe  Deiqui  en  1795.

            Este príncipe tiene educación universitaria. Su madre María Constanza también "estudió con los padres jesuitas" según consta en los documentos presentados por él ante el alto tribunal. Lo que demuestra que durante el período anterior a la expulsión de la Compañía de Jesús, las mujeres tenían escolaridad y se las llamaba "Jesusas" Lo que hace a las damas cordobesas unas de las pocas mujeres ilustradas de aquellos siglos.

            Hombre de élite, Don José Antonio Deiqui defiende su Curaquía como Reino asociado con plenos derechos. Su alteza Deiqui "No permite pulperías" (tabernas) en la nación diaguita que él gobierna. Combate además "con sumo rigor la ociosidad, la vagancia y la ebriedad". Funda una plaza y organiza un Mercado, (aún subsisten en Córdoba). Son además "norte de su gobierno la virtud, la justicia y la ética"... Cada palabra de este príncipe hace gala de su cultura refinada. Sus descendientes serán tan cultos como él, al punto de dotar a Córdoba con relevantes figuras de nuestro tiempo, como el profesor Rojas de Villafañe, quien es el que nos entrega la documentación sobre su principesco antepasado.

            Deiqui es un político de raza y muy carismático, de aquéllos que pueden convocar conciencias y volcar decisiones. Tiene un estilo propio y con él se presenta, camina, lucha, vence. (Vini. Vidi. Vinci) Acostumbrado a gobernar desde el nacimiento y amamantado por una mujer ilustrada -su madre María Constanza- exigirá con argumentos válidos el cumplimiento del Derecho Español y su jurisprudencia, que había sido violada. Es él, José Antonio, uno de los últimos reyes indoamericanos reconocido por un tribunal colonial. De legítimas raíces, con tronco original y auténtico. Fue el suyo, uno de los grandes momentos donde los pueblos dormidos de la Pachamama, hicieron sentir el peso y el vigor de su pasado brillante.

            Para él, hombre rico y cordobés de alcurnia, universitario de gran orgullo, esa caminata impresionante atravesando valles, sierras, salinas, bosques, pampas, paredes rocosas cortadas a pique, quebradas e infinitas poblaciones desde Córdoba hasta el Alto Perú... significaba más que un esfuerzo sorprendente. Era todo un reto con la historia y una superación sobre sí mismo.

            También nos habla de su talento como dirigente de masas y su capacidad de conductor. Esa espectacular convocatoria y su magistral entrada en Charcas acompañado de aquella multitud que lo seguía, pacifista y legalista como él, nos lo muestra de cuerpo entero. Aparte de sus derechos legalmente asentados en sus escritos y oratoria, está la fuerza anímica de su capacidad política, que no se desvió ni por un momento de su contexto y contenido real : Las  Leyes  Diaguitas.

           O sea el sistema de orden para su pueblo, la confirmación de ese derecho para continuar con el equilibrio, el trabajo y el crecimiento. Y presentándose así con tal argumentación ante el poderoso y máximo tribunal, acompañado además por una corte de seguidores multitudinaria que lo seguía (pero completamente pacifista) haciendo respetar en su persona dinástica, al carolingio "Fuero de los Nobles", en el cual se amparaba y al cual exigía
  
          Este fuero colocábalo a él por arriba de las autoridades coloniales, pues él era Don José Antonio Deiqui, Rey diaguita de la Comunidad Malfin, "Curaquía" conferida más de un siglo atrás con todos los recaudos legales que le asistían. En el Alto Perú se ubicaba la más antigua civilización, la megalítica Tiawanacu,. fue su heredero el Reino de los Charcas, más tarde el Collasuyo Incásico y en la época donde se desenvuelve nuestra historia : la Real Audiencia de Charcas. Y hacia ella se dirige Don José Antonio Deiqui, cordobés y príncipe docto.
  
11- REAL  AUDIENCIA  de  CHARCAS

            El Alto Perú posee una experiencia civilizadora larga. Secular en el periodo colonial y milenaria en el prehispánico. Posee cultura desde el comienzo. Primero fue la de Tiawanacu, luego vino la del Reino Charcas con sus reyes propios, posteriormente la del Inca, suplantado por la Casa de Austria y finalmente por esta última dinastía que es Borbón. ¡Pero siempre defiende la legalidad! En siglos anteriores levantáronse los Charcascontra de los Incas, para hacer respetar sus leyes. Y el Inca tuvo que aceptar. Ahora defenderá a Deiqui... su orden, sus principios, sus leyes.

            Los Oidores saben que en tierra adentro, un desorden de la comunidad india -que acata sólo los mandos autóctonos- puede producir una hecatombe incontrolable. Una anarquía de proporciones inesperadas. Por ello el Fuero de los Curacas ha sido siempre validado por esta Audiencia, con todo lo que reviste de indispensable. Charcas, Chuquisaca, La Plata (ciudad de varios nombres o tres ciudades distintas dentro de un solo predio) ha considerado a Córdoba por siglos, como a su hija.

            Todos los pleitos de esta ciudad terminaban allá ¡Y Córdoba tenía ya infinitos pleitos en el tiempo hispanocolonial! Charcas la ha cuidado desde el comienzo : diseñó el plano de su ciudad, pobló su provincia, distribuyó sus Mercedes Reales, le envió encomenderos para que las trabajasen, demarcó sus caminos enviándole portugueses cartógrafos, colocó sus postas, le proveyó de familias en los pueblos, profesores en la ciudad, artesanos, le dio gobernantes ...Fueron siglos...¡Ahora salvará a la ciudad del Córdoba de una probable anarquía, haciendo valer los derechos de legitimidad de la Dinastía Deiqui!

12 - EL   MONARCA
                       
            Avanzó por los caminos como un Rey, seguido por un séquito. Fue recibido por una multitud que lo aguardaba ovacionándolo en la Plaza de Armas frente a la Real Audiencia, para verlo entrar por los grandes pórticos del supremo tribunal. Llegó hablando en latín, recitando leyes y expresándose con oratoria, buscando un interlocutor válido. Charcas los recompensó :
¡Y Siguió siendo Rey! El único. La única casa reinante que tuvo su asiento en Córdoba... La Deiqui.

            Murió en 1800 como un monarca, con todos los honores. Le sucedió el príncipe Don Juan de Dios Villafañe Deiqui En 1881 se repartió el Mayorazgo. Sus herederos formaron parte de la ciudadanía de la Docta Córdoba. Su descendiente, el profesor universitario Rojas de Villafañe, nos rescató finalmente su  memoria.

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El profesor Rojas de Villafañe recibió el Premio de Historia de la Provincia de Córdoba por esta investigación, en la que se apoya el citado relato.
  
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Alejandra  Correas  Vázquez
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Foto del autor Alejandra Correas Vzquez
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Descripción

La familia real Deiqui ejerci su autoridad (Curaqua) sobre su comunidad Malfin y las etnias indias en Crdoba Colonial

Palabras Clave: rey en cordoba

Categoría: Ensayos

Subcategoría: Sociedad



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