Me perdí en una tertulia
Publicado en Oct 24, 2009
Anoche me perdí en una tertulia.
Dejé mis deberes y teneres y el diccionario echado bocabajo y me hice eco de cantaletas y de bocas que entonaban merengues. Sentí frío en el hotel tranquilo al que suelo llegar por tan solo llegar. Oí gratas conversaciones en la estancia y a hombres aullándo como lobos. Me puse una camisa existencial y una corbata grabada por la luna. Los choferes pedían en matrimonio a muchachas semi visualizables. Iban sonando los cláxones de la noche y todo era fantasía y charada. En el salón era feria y feriado y estuve al tanto de lo que se decía hasta que me invitaron a entrometerme. Me explayé en mi debate oral y creo que manejé bien mi vocabulario. Me acerqué a las damas de encendidos sentires en busca de algún beso que sobrara. Algunas coleccionaban amantes y maridos y otras se preguntaban por qué fueron al altar. Ellas eran flores y los hombres caballos y algunos bailaban en sus amarguras. Yo amagué los malos temas del bodrio a sabiendas de que podía herir a alguien. Cuando el alba acabó con la fiesta y se guarecían los últimos murciélagos y los botones se golpeaban por las propinas. Subí de nuevo a mi cuarto y a mi apellido llevando conmigo un vago sobrenombre. Me eché en medio de mi tedio y dormí entre el cansancio que produce el fastidio. Esto suele sucederme de pronto si viajo demasiado y sin ninguna compañía.
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