Es fundamental que se sepa
que en mi soledad me siento
cómodo, tranquilo, relajado.
Camino las campiñas insaciable.
Invito al páramo a que se reinvente.
Me regodeo en el primer paraje
que trae su mixtura a mis ojos.
El sol me mira con soltura
y me viste del amarillo de los pájaros.
Dejo aquí todas mis dependencias
y mis larguísimos procesos mentales.
Y ejerzo mi oficio caminando:
Miro las cosas y las materializo.
Hay muchachas hermosas como espigas
envueltas en ecos y finas carcajadas.
Hay viejos coloreados de estornudos
y flores que llegan a encender la sombra.
Cada cosa está en su habitáculo
y cada hoja cabe en su contorno.
Los elementos son simples y no engañan
y mis ojos de carne los persiguen.
Se ven rostros inmaculados
y es una proeza diferenciarlos de los ángeles.
Entre bella tierra y bello cielo
no necesito de amigos o enemigos,
ni de difíciles amores o amistades exigentes.
Me basta con ser yo en mi desaliño
y extasiarme entre las cosas puras
sin perderme en ideas o concepciones.