Una lista de nuestros pecados,
Debe ser pulcra y objetiva,
Sin caer en bajos dilemas,
Debe contener nuestras más puras estimas.
Llena hasta la solapa,
De puros e inocuos descarríos,
Una conjunción de caracteres,
Que convoquen nuestros más preciados extravíos. 
En sus lisas y blancas hojas,
Gotas de suciedad de esparcen,
Se forman nudos existenciales,
Son los puntos más formidables.
Uno cita cada verso,
Como una serpiente se enrosca,
Envarado de frustración,
Por no poder hacer con ellos mucha cosa.
Mientras escribe las últimas palabras,
Un desazón de apodera del ser,
Ha vomitado todas sus maldades,
Ya es hora de llenarlas de verdades.
Sienten como sus piernas ceden,
Luchan por no caer ante la luz,
Es cuando escuchan en su interior,
Que una vez más deben actuar desde el albor,
En pos de sus propias satisfacciones,
Para sus propias deidades,
Deben una vez más pecar,
Y volver a componer listas interminables.