Siento la sapiencia del reflejo
y la perjudicial balanza del segundo.
El mundo gira otro día y nos somete
a su inevitable potro de tortura.
Sus cálculos siempre nos atropellan
y cada humano es un factor demás.
Mi cabeza se ha llenado de canas
y mi cuerpo ya es fino esparadrapo.
En unos años seré un esperpento
como lo fueron mi abuelo y mi bisabuelo.
Siento la mano intensa de la hora
cargándonos de pesos y aserrínes.
Volviéndo lentas nuestras moléculas.
Tramando la división de mis átomos.
Aparte de la mota de luz ténue
y las muchachas en vívidas minifaldas
tan sólo somos tibias apariencias:
Murmullos, espejismos y ecos.
Estridencias que pronto habrán pasado
y sólo nos queda disfrutar del paseo
y creer que duraremos para siempre
bajo este cosmos petulante y dantesco.