Retomo de nuevo mi camino
bajo diversas ópticas y ángulos.
La gente irrumpe en cada esquina
y cada quien se releva a si mismo.
Se repiten velorios y casamientos
y el sol estalla sobre las graderías.
El sol hace una tocata en los ojos de los ciegos
y quema el alpiste de las aves residuales.
Sus ramificaciones son espejismos
que hacen maromas en las maduras zamboas.
El sol enciende las aldeas y los prados
y a las mareas lanza sus coletazos.
alcanza todo norte y toda argucia
y consume mentes calenturientas.
Su argumento es demoler la sombra:
Es un plumero de hebras amarillas.
El sol enciende las encíclicas
y se arroja encima de las mesas.
Ilumina a manojos de atorrantes
y seca las cebollas con que se hacen caldos.
Mancha por igual barcas o maletas
y le da lustre a las identidades.
Refulge en el borde de los platos de peltre
y se pasea sobre los techos de las casas.
Sol y luz me llaman a seguirlas
y a sacar mis costumbres de las sombras.