Los cuerpos se espabilan y se muestran
debajo de las frases del reloj y su altavoz.
Cada uno vuelve los ojos a su lado:
Ya no se contemplan sus orografías.
Han dejado de amarse y desearse
y tan sólo intercambian palabras pueriles
y dejan sus mensajes al pie de un velón
para no contemplarse los ajados rostros.
Ya no hay más notas ni cartas de amor:
La costumbre los ha devorado y borrado.
Se abstienen de hacerse mal o bien
y son los autores de sus propios destinos.
Comparten una cama emblemática
lidiando cada cual con sus problemas.
Vagan en las rogativas del día
y sólo se ven de noche para compartir el catre
y asimilarse en sus alambres tensos
para luego seguir, sin compañía.