Decisiones.
Publicado en Nov 03, 2009
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“Me la juego, de verdad que ya me la juego”, se animó. La hora era propicia pues la concurrencia de la gente era escasa y esa semi penumbra que preanuncia la noche le permitía cierta licencia para moverse, para acercarse y, como quien dice, copar la parada. “Aparte”, pensó, “quien me conoce en esta ciudad”. Cruzó la calle. Se demoró en el cancel, un poco para tomar aire y confirmar su decisión y otro por temor a ser cuestionado por su edad. Unos minutos más ahí, hubieran llamado la atención y, lógicamente, eso era lo que menos quería. “Cuanto más natural la cosa, mejor”. Lo recibió un vieja, o al menos ese aspecto tenia. Sintió un poco de desilusión y hasta de asco. Su rechazo le valió un insulto farfullado. Se hizo el desentendido, el que no oyó. Por lo menos no lo frenaron como en otros lugares. Más adentro, una penumbra rojiza lo invadió. Sobre un amplio sofá un par de chicas lo invitaban a sus cuerpos. Primero accedió a un par de whiskys y luego a una de ellas. Mucho aturdimiento y un sentimiento de insatisfacción lo invadieron de regreso. Tardó en dormirse, por eso la madre le reclamó enérgicamente su presencia en el almuerzo. Lo poco que comió lo hizo de mala gana. Algo de música lo distrajo durante unas horas de la siesta. Pero… para que seguir esquivado el bulto. No había usado condón. “Por el alcohol, por arrecho, por pelotudo”, se hostigaba. Ella le propuso, él no quiso, ella acepto. “¿Por qué la muy puta aceptó?, ¿qué sabe ella de las enfermedades que puedo tener? A la hija de puta no le importó, porque de seguro tiene todas las pestes”. De este talante eran los planteos y las respuestas que lo sufrían. Pensó buscarla y preguntarle - con cara de chivo compungido como para inspirar lástima-  por su salud. “¡Nooo, si que te va a contestar, que se esta pudriendo en sida! ¡Sos un pelotudo!”, se burló un amigo. “Esas minas están jugadas, les importa un huevo todo”, declaró otro. El sentido común le dictó ver a un especialista. La vergüenza o lo que fuese, le impuso una consulta telefónica. No mintió nada, hasta se explayó en detalles irrelevantes. Tampoco le mintieron. Prueba de ello es la extremada palidez que tanto preocupó a la cajera encargada de las cabinas. “No es nada”, enajenado, como perdido, se defendió él, quizás de la pregunta de la cajera, o quizás de la respuesta telefónica. Muy a su pesar, tendrá que obligatoriamente esperar unos meses para hacerse unos análisis dilucidatorios. Pero si por él fuera, se la juega, de verdad que ya se la juega. 
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Foto del autor abel nicolas montenegro
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Descripción

sobre el sida.

Palabras Clave: relatos

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



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