Balmaceda
Publicado en Apr 03, 2009
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Balmaceda
Por Claudio Di Renzo
 
  Siempre me fijo dónde pasan las cosas. Y siempre me llamaron la atención las historias truculentas, sobre todo las que pasan cerca de uno. Vivíamos en Arregui, a la altura del 1300. Luego me fui de allí por que me casé. Mis viejos siguen viviendo en esa gran casa.
 
  Pero no creo que ellos se acuerden, y menos que, como yo, recuerden el apellido.
 
  Es una risa, porque antes de Balmaceda, vivió allí un tano, de esos tanos. La puerta que se abría en la vereda contigua a la de casa dejaba ver al pasar  pequeños departamentos, de esos a los que llaman “P.H.”. Pero el que era chiquito por demás, era ese.
 
  Por demás.
 
  Allí vivían el tano, la tana y sus tres tanitos. Como entraban todos no lo sé. Pero lo cierto es que el tano, mediante el pago del alquiler –dicen en el barrio que extremadamente barato-  pudo ahorrar para comprarse una casa, y justo cruzando la vereda.  Lo gracioso fue que mientras ocuparon el departamentito, el tano, con mucha maña, lo había puesto lindo, y que del mismo modo lo dejó sin nada. Se llevo hasta el juego de los picaportes.
 
  En ese entonces entro Balmaceda.
 
  Balmaceda, su señora esposa, y una hija.  Es llamativo como tienen la cara los dementes. Y a mi, no me gustaban.
 
  Lo primero que hizo, fue poner una puerta en medio del pasillo al que daban todos los departamentos. Agarró y corrió todas las plantas y sus respectivas macetas… afuera de la puerta. Y cerró la puerta con llave.
 
  A mí no me importaba mucho porque yo vivía en la casa de al lado. Pero eso no se hace. Puso la puerta y declaró la guerra a todos los vecinos. Transformó el pasillo donde podían jugar todos los chicos –incluso yo- en una trinchera.
 
  Don Pedro, honorable vecino del departamento 2 y padre de mi amiga, le fue a explicar que eso no se hacía.
 
A los dos minutos se estaban reventando a trompis. Don Pedro venia ganando, pero le empezaron a trompear dos tipos de adentro. Entonces se armo una batalla campal, con mi viejo inclusive. Pegando a diestra y siniestra, sin mucha técnica pero con unas ganas que daban miedo. Las viejas es decir, mi mamá, la señora de don Pedro y alguna que otra vecina, gritando, los vecinos se pegaron a la puerta a ver la pelea. Una vieja Doña Coca, con ánimo de terminar la trifulca lanzó un balde vacío, con tan mala puntería que le pegó a mi viejo. Papá se descuidó y ahí nomás le pegaron un puñetazo infernal.
.
 
-¡Alto! ¡Alto! –gritó un cana que pasaba de casualidad- al ver que no paraban pidió un teléfono y llamo refuerzos. Conclusión. Todos los peleantes en cafúa. Mi viejo incluido, con la camiseta rota y una expresión…. Que yo también lo hubiera llevado.
 
Era un caso Balmaceda. Nadie sabia bien donde laburaba ni a qué se dedicaba exactamente. Un día nuestra gata “Brunilda” se pasó al techo de Balmaceda. Como venia haciendo todos los días. De repente, un tiro, como de un rifle de aire comprimido, la quemó.
 
Nosotros no vimos nada, pero de algo estábamos seguros... había sido Balmaceda
 
En fin. A Balmaceda, por lo poco que lo veíamos, lo teníamos que aguantar. Qué tipo raro, y que raras que eran su mujer y su hija. La chica de veía en verano con 36 grados con un saco tejido bien cerradito.
 
No saludaban a nadie, no hablaban con nadie. No existían.
 
   Recuerdo que una tarde, Balmaceda, tras varios años de vivir, silenciosamente, sigilosamente, las pelotas de todos… murió.
 
   Desde el día de su muerte, la vida en la casa del fondo del pasillo pareció cambiar.. Es una cosa que nadie podría suponer, o tratar de explicar.
 
No podía relatar qué. Pero algo… estaba pasando. Les estaba pasando a su esposa, y a su hija. De su tradicional encierro se vieron obligadas a salir y comenzaron a pedir las sobras. Mendigaban, y lo peor de todo es que nunca daban las gracias. La gente, igualmente, les daba.
 
Luego de mendigar, se metían a la pieza y sin abrir las ventanas pasaban la tarde y las noches. A veces se escuchaban discusiones, algunas, diría, llegaban a peleas, con ruidos de vasos rotos.
 
Otras veces se oían llantos. Se escuchaban a las dos llorar. Se escuchaba decir “Balmaceda” varias veces, como llegando a algo. Incluso hay quienes juran, que alguien más estaba ahí.
 
Y más de una vez escuchamos… nada.
 
Y el escuchar de la nada era el más terrible para todos. Dos mujeres solas llorando y diciendo nada…. Nada.
 
Un día se levantaron ambas y empezaron a tapar todo. Casi nada quedó abierto. Taparon con cemento todas las salidas de aire.
 
Desde ese día, un frio de muerte ronda por la noche. Nadie vio por qué. Nadie razonó. Ni un habitante de Arregui miró. A nadie le importó.
 
Una semana después, la policía vino y comprobó lo peor. La señora de Balmaceda y su hija estaban muertas. Nadie sabe por qué, ni le importa.
 
Pero Balmaceda, su señora y su hija, imprevistamente se habían ido, y a nadie le importaron.
 
Es así no mas….
 
 
.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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Foto del autor Claudio Di Renzo
Textos Publicados: 12
Miembro desde: Jan 29, 2009
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Descripción

terror, cuento de terror

Palabras Clave: Di Renzo terror

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Terror & Misterio



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Verano Brisas

Hola Claudio: Veo un texto cotidiano y no, simultáneamente; en todo caso de calidad. Extraño, eso sí, que nadie lo haya comentado. Quizás a muchos compañeros de página sólo les importe su propia producción o un grupo de amigos muy reducido. De cualquier manera, felicitaciones. Saludos de Verano.
Responder
April 22, 2009
 

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