Gertrudis
Publicado en Nov 14, 2009
Gertrudis termina de secar la vajilla y guarda cada elemento en su lugar, como Helga, su patrona le enseñó. Los platos hondos, a la izquierda de los playos, los de postre a la derecha. Los cubiertos, en el cajón con divisiones, cuchillos, tenedores, cucharas soperas, de postre y de café. Repasa la mesada con una rejilla impregnada de un agradable desinfectante que a la vez desodoriza y deja brillantes las superficies que toca.
. Camina por el pasillo de servicio hasta su habitación, se quita el delantal y alisa su falda de lana. Del estante bajo del placard, saca un cepillo que frota enérgicamente sobre sus zapatos negros. Se coloca el abrigo y un pequeño sombrero de paño sobre sus cabellos escasos y descoloridos. Hurga en el pequeño bolso hasta encontrar la llave de la puerta de servicio. Se asegura de haberla cerrado y va hacia la calle por el sendero de grava. Antes de salir, sorprende a un gato vagabundo que ha conseguido rasgar las envolturas que tan cuidadosamente preparó para incinerar y por el agujero abierto, asoman los restos sanguinolentos de una mano, que el hambriento animal se empeña en mordisquear. El rostro de la mujer, palidece, toma una piedra de uno de los canteros del jardín, con un golpe seco la estrella en la cabeza del felino. Necesita varias bolsas de residuo para recomponer la estropeada y otras para meter al gato. Rocía todo con algo que huele a desinfectante para asegurarse que no se repita. El encargado de llevarlos carga los bultos en la caja de la camioneta.. . El camión se aleja calle abajo, rumbo al incinerador. Ahora puede decir que ha cumplido su tarea. En el camino se cruza con la señora Matilda. y Berta, su sobrina – Buenas tardes Gertrudis, ¿ Llevaron ya a su patrona? Con la cabeza baja, Gertrudis responde, - Si señora,. Se quedará hasta su convalecencia. Cuidaré de la casa hasta su regreso. Voy a la iglesia a rogar para que sea pronto. Saluda respetuosamente y se aleja. - Berta, querida, ¡Qué daría por tener una empleada como Gertrudis! Tan fiel y abnegada, Créeme, Helga no la merece, veinte años que trabaja para ella, siempre la trató peor que al perro y hasta la obligó a abortar cuando su hijo, ese canalla que murió en Marruecos, la embarazó. No le tuvo piedad ni consideración. - Creo en la Justicia Divina , pero a veces, siento tambalear mi fe. Las mujeres se alejan. La brisa del atardecer, juguetea con las hojas de los árboles..
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Guillermo Capece
JUAN CARLOS
Besos y cariños..
Tu amigo..Juan Carlos..