Arriba se desfigura el zodíaco
y se llena de cuñas y de llagas pequeñas:
El cielo es un enigma a mi yo patético.
Las constelaciones me ignoran con pragmatismo.
Yo alzo mis ojos llenos de ideales
y las veo como anquilosadas y muertas.
Sé que ya no cuento con su gracia.
Sé que ellas enlodarán mi camino
y tratarán de arrollarme con sus piedras.
Pero daré todo de mí y me entregaré a vivir
sin la fanfarria de los astros desatentos.
Creeré solamente en el sol de mi alma
y en un amor azafrán que me guía los pasos
por los laberintos de la felicidad.
Para que llegue yo a su pasadizo
y pueda allí abrazarla y tenerla
a pesar de un cosmos lúgubre y discrepante.