Heme aquí dislocado en el poniente
con mi yo cercenado, a la deriva.
Volvieron sobre mí los avatares hoscos.
Se decantó en mi pecho todo el dolor del mundo.
Sentí contraerse mis nudos y ligamentos
y penetraron dagas cortantes en mis íjares.
Mi corazón se ha abrumado de nuevo
y un enorme continente frío ya lo horada.
He perdido otra vez mi norte
y una mano infernal hurtó mi brújula.
La soledad ha asediado mis íngles
como un sabueso inmenso que todo lo devora.
El cielo sólo llueve amargas secreciones
mientras yo desciendo a prisiones lúgubres.
Aquí, en una fosa ajena y añejada
inclusive dejaré de ser asunto.
Ya no respiraré en los elementos
y seré una bocanada en el olvido.
Hasta que llegue un compendio de labios
de una dama que comparta la tristeza mía
y me haga resucitar e ir a la intemperie
para renacer en mis cavilaciones
y cantar nuevamente sonetos a la luna.