CUENTO 29 --- LOS MARGINADOS
Publicado en Apr 06, 2009
CUENTO 29 --- LOS MARGINADOS
Vivo feliz junto a mis dos hermanos en una casa precaria en el asentamiento al sur de la ciudad, dentro de los límites del ejido municipal. Este lugar cerca de las vías férreas es sucio y descuidado en muchos aspectos por lo que los habitantes del lugar lo llamamos con sorna ‘el arrabal de la cañada' a causa del los desniveles la humedad es constante. Este espacio esta surcado de numerosos senderos estrechos que cumplen la doble función de calles y veredas y donde a sus márgenes se amontonan los residuos domiciliarios y estos propician el pulular de las ratas. Como no ha de faltar en la marginalidad que se precie de tal, los innumerables perros flacos y pulguientos ponen toda su tenacidad para molestar cuando cruzan frente a las portadas de los ranchos y en consecuencia las noches se pueblan de ladridos. Cada tarde me ciento en el patio a tomar unos mates junto al bracero, allí oigo el crepitar del fuego y observo las pavesas danzar en el aire mientras cavilo sobre los vericuetos del destino y siempre arribo a la misma conclusión, con la que puedo asegurar que todos los que terminamos desprotegidos aquí y en todos los lugares similares a este tuvimos alguna vez sueños gloriosos o anhelamos vidas mas afortunadas, pero con los constantes fracasos renunciamos a ellos abandonándolos como jirones en los alambres de púas, realizando trabajos agobiantes rayanos a la esclavitud o en las botellas de vinos baratos de algún quiosco de mala muerte. La mayoría de nuestros vecinos provienen de otros asentamientos pero nosotros vinimos de la zona rural hartos de gastar en esperanzas infructuosas, con los bolsillos vacíos y la piel manchada de soles abrasadores y de heladas impiadosas. Allá la chacra nos cobro con pequeñas voluntades diarias hasta lograr derrotarnos y aun así sin estar saciada del sudor que depositamos en ella se quedo con el aliento de nuestros padres que hoy descansan a la sombra de los ceibos en un pequeño cementerio solitario y como único reconocimiento por todos los aportes por varios lustros de labor incansable. Nuestro hogar en la colonia fue ameno, fuimos educados con sabiduría y enriquecidos con la música, el canto y el acompañamiento de la guitarra. Nuestros padres amaban y añoraban las viejas serenatas y decían que era el don mágico que poseía el hombre para expresar sus sentimientos como el amor y el agradecimiento, inclusive podía lograr una reconciliación si entonaba las estrofas de una canción melodiosa a la sombra de la noche y frente a la ventana de su amada, por que es un regalo espléndido que siempre será apreciado por una mujer de buena crianza. Vinimos aquí después de quedar huérfanos y de dudar por varias semanas si debíamos abandonar ese terreno estéril, triste y polvoriento pero básicamente vacío de ilusiones. Al arribar y después de seguir las indicaciones de otros pobres como nosotros limpiamos un amplio lote. Este lugar aciago nos pareció el paraíso. Aquí no había que acarrear agua ya que la sacábamos fresca y limpia de una canilla pública a solo veinte metros de la casa. La luz eléctrica amenizo con música y programas de televisión nuestros atardeceres alejándonos de los silencios demoledores embebidos de nostalgias. Como único bastión de aquella otra vida trajimos las chapas, puertas y el carro con algunos equinos junto a un reducido grupo muebles gastados y rústicos. Este nuevo albergue posee un pequeño corral y un galponcito para guardar los arneses. Aquí de a poco todos conseguimos trabajo, Carlos es fletero con el carro y de noche junta cartones y botellas, Juan es albañil en una empresa y yo vendo diarios y lotería en una esquina en el centro de la ciudad. En algunas oportunidades ellos salían juntos a bailar y pronto se enamoraron de dos bellas jóvenes, por mi parte como mis labores me exigen ir a las madrugadas prefiero otro tipo de diversión mas austera. Desde que Carlos conoció a Mabel la inseguridad los consumió y fundió en un crisol de pasiones desenfrenadas. Ella venia todos los días y algunas veces se quedaba a pernotar. Ese martes después de una pequeña riña - Por celos infundados- según el, salió corriendo entre sollozos pero al mudar el primer paso para transponer la ruta su imprudencia vestida de fatalidad hizo que salpicara por doquier su sangre joven. Allí su bello cuerpo quedo dislocado y como un muñeco grotesco enluto la noche. Ese tramo frío de cemento que fuera anónimo se convirtió en el epicentro de nuestras tristezas inmediatas a la vez que absorbió la tragedia y limpio a Mabel de la locura de su accionar descabellado. Mi hermano sin saber el triste desenlace tomo su guitarra y fue a buscarla para cantarle algunas tonadas de su preferencia como habitualmente lo hacia y la hallo lívida en el féretro, apoyado en el lloro amargamente como lo hacen los hombres enamorados cuando se les desgarran los sueños y a su regreso permaneció acongojado y taciturno por muchos meses. Parecía que el dolor había anidado en nuestra casa, es que también Juan tuvo un desencuentro con su pareja y resigno las salidas, prefirió quedarse a ver películas conmigo sumido en un laconismo abrumador. Desde hace unas semanas los saque de sus letargos y de a poco los obligue a tener ilusiones induciéndolos a cumplir un ritual los sábados por las noches. En esos momentos visitamos con el sonido de nuestras canciones las alcobas de alguna de las jóvenes del barrio de los chalecitos de paredes amarillas, allí entonamos suaves y antiguas melodías de amor y de esperanzas acompañadas por la guitarra de Carlos bajo la luz de las estrellas. Mientras cantamos se enciende el velador en el cuarto de la homenajeada que luego de un brevísimo momento abre la ventana para que veamos su sonrisa feliz. Secretamente se que todas ellas nos aman y sueñan ser las única favorecidas, además sus padres y abuelos, algunos ancianos nos agradecen sin palabras por rescatar del olvido sus recuerdos mas bellos. Los jóvenes del barrio que estaban reacios ahora nos acompañan algunas veces y creo sinceramente que esto de juntarnos para dar serenatas mantiene a muchos de ellos lejos de la violencia y a nosotros nos conduce con pasos seguros hacia la anhelada felicidad.-------FIN.-
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Mara Marta Eliggi de Cazau
Muy buena narración y coincido con el comentario anterior.
Saludos.
Marta
latigo negro