El tiempo es aceitoso y me recubre
y resbala por todos mis recuerdos.
Mancha huesos y mancha memorandos.
Empapa y destroza finísimos carteles.
El tiempo rompe en cólera sobre las piedras
y las vuelve polvo y las atomiza.
El tiempo suelta océanos de lápidas
y a los verdes collados vuelve desiertos
y sequedad perpétua al río caudaloso.
Yo siento su fusíl calado en mi espalda
pero no puedo lidiar yo con sus pesos.
Trato de deslizarme en sus poleas
pasar por sus milimétricos engranajes,
escondereme de sus rajadas palancas
en busca de una inmortalidad inaccesible.
Pero me atacan sus endémicos pistones
y me echan a una tierra de nadie.
El tiempo hace de mí lo que quiere y lo que seré.
Y no tiene prisa pues no encuentro atajos
para escaparme de su puño sólido
mientras me coloca una esmirriada mitra
y su óleo abyecto gotea en mis pómulos
mezclándose abiertamente con mis lágrimas.