Sé que jugué con fuego, iracunda:
En tu cuerpo me quemé como un pagano.
Nos amamos sin tregua y con infamia.
Eras tú el destino de mi fuerza.
Yo te golpeaba mientras te sostenía
en mis brazos, como firme campana.
Eras tú el anillo que gemía
con mis perforaciones y bajo mis colmillos.
Yo agradecía que me dieras tu tarde
y los meses secretos que vivimos.
Olías mis olores de hombría
y por las noches me deseaba tu cama.
No te pude dar todos los arcoiris
ni andar al lado de tu hombrera.
Entiendo que te hayas fatigado
de este callado caminar intensivo.
Esperar para ti fue una tortura
y te marchaste a lugares salitrosos.
Admiro lo grandioso de tu entrega
en los meses totales en que nos depredamos.