CONSTANZA
Publicado en Nov 26, 2009
Muchos escritores hay, que en sus obras, la figura de la madre tiene, sin duda alguna, un lugar muy especial. Baste recordar la obra del escritor ruso, Máximo Gorky y que lleva el mismo nombre o la de Jaime Torres Bodet, prolífico escritor mexicano, titulada Continuidad.
De la misma forma que en la narrativa, en la poesía, el tema ha sido un manantial de inspiración. Por tanto, la lista de piezas poéticas sería mucho mayor. Este comentario, que cifra sus empeños en una obra tan tierna como hermosa, pretende apenas dar un esbozo del carácter de la misma y de la vida del autor, Guillermo Jiménez, no sin antes advertir lo que expresan algunos libros que hablan sobre el tema, refiriéndose específicamente a los pocos datos que hay al respecto. Al mismo tiempo es una invitación a todos aquellos interesados en rescatar la tradición literaria de nuestros escritores, quienes han engrandecido a Zapotlán y lo han proyectado no sólo a nivel nacional sino internacional. Es triste expresar, por ejemplo, el nombre de algún personaje ilustre de nuestra ciudad sin conocer con cierto detalle el porqué de esa consideración. Lo común es asociar (y yo me encuentro en esa generalidad) la obra de su autor como la única referencia que tenemos para justificar su celebridad. Así, por mencionar algunos casos particulares, están las siguientes correlaciones: El hombre de fuego con José Clemente Orozco, La feria con Juan José Arreola, La hija del bandido con Refugio Barragán de Toscano, Consuelito Velázquez con Bésame mucho, La otra cara del viento con Félix Torres Milanés, Antología poética con Roberto Espinoza Guzmán, Zapotlán y Constanza con Guillermo Jiménez. Estos nombres y muchos otros (en Hijos ilustres de Zapotlán de Juan S. Vizcaíno, se mencionan a cincuenta y cuatro y de algunos, muy importantes, apenas se ofrece una tenue pincelada de su obra), que seguramente ignoro, no deben de olvidarse, ya que son los que mantienen viva la memoria histórica de nuestra comunidad y por lo mismo, han enriquecido nuestra cultura. Tal es el caso de Guillermo Jiménez. Felizmente, hace muy poco, tuvimos el agrado de recibir con gran interés una obra pequeña en su volumen pero significativa en su contenido, me refiero a 17 Personajes Ilustres de Zapotlán, compilado por el Arq. Fernando G. Castolo y que hace alusión precisamente al legado que hemos recibido de estos hombres y mujeres. (el columnario erigido en el prado sur y oriente del Jardín 5 de Mayo es una muestra más de reconocimiento pero también de difusión de los valores humanos) Por otra parte, Florilegio poético de Zapotlán es una selección esmerada de poemas y fragmentos narrativos de personajes que se nos han adelantado en el tiempo de la partida, pero que siguen vivos en cada uno de sus textos y de nuestra memoria y, otros más que conforman el eslabón entre la cultura literaria de hoy y la del mañana. EL AUTOR Hablar de Constanza es hablar de Guillermo Jiménez y viceversa. Pero, ¿quién fue en realidad Guillermo Jiménez? La Enciclopedia Temática de Jalisco (1992) en el Tomo VI comparte idéntica información con el tomo XVIII de Jalisco, desde la Revolución (Wolfgang Voght y Celia del Palacio, 1987). Lo anterior hace pensar que no hay, después de muchos años, nueva información sobre el autor y sólo se han limitado a transcribir lo poco que se sabe de él. Con base en lo que se tiene, sobre todo en los textos ya mencionados, se destaca que: Guillermo Jiménez nació en 1891 en Zapotlán el Grande; sus primeros estudios los realizó en el Seminario Conciliar (una de las columnas de la cultura zapotlense); es autor de obras como Almas inquietas (1915), Del pasado (1916), La de los ojos oblicuos (1918), La canción de la lluvia (1920), Constanza (1921), La ventana abierta (1922), Cuaderno de notas (1929), Zapotlán (1931), La danza en México (1932), Fichas de la pintura (1937), Balzac y las obras inéditas Viena amor mío y un libro sobre Francisco de Asís. Recibió, además, importantes reconocimientos por su labor literaria y diplomática; Las Palmas Académicas, (Francia, 1947) la Orden de Caballero de la Legión de Honor de Francia, (1951) La Gran Cruz, (Austria) la medalla José María Vigil (Jalisco, 1956) y un diploma del Ayuntamiento de Zapotlán (1956). Contrae matrimonio con Dña. Margarita Martínez Aráuna Portilla con quien tiene una hija llamada Constanza. Muere el 13 de marzo de 1967. Lo demás es una serie de datos considerados como inexactos y desordenados. CONSTANZAComo se indica en la reseña, la obra de Constanza aparece en 1921, después de la muerte de su madre, cuando el autor tenía 30 años. Pero antes de abordar ciertos detalles es preciso mencionar lo que expresa Wolfgang Voght y Celia del Palacio, en la página 139, sobre la narrativa de Guillermo Jiménez: “Prosa poética que evade la realidad”. En el caso de Constanza, escrito igualmente en prosa poética, es matizada por el modernismo, pero de lo más selecto de este movimiento literario y es que el tema era digno de tan elevado y hermoso tratamiento. De la segunda idea –que evade la realidad—la expresión no califica con exactitud cómo es la voz narrativa y poética del autor, pues en Constanza, Jiménez crea lo que Octavio Paz decía en su advertencia de El arco y la lira; la posibilidad de un instante poético en el que se dé una comunión universal entre la obra y el autor, (y de alguna manera con el lector). Todo instante, por más breve que éste sea, se vive como una realidad plena, porque... Constanza es una hermosa flor constituida por dieciocho pétalos tan fragantes como inmarcesibles, breves como el éxtasis que nos otorga un buen poema; de ésos que no tienen tiempo y que por lo tanto son universales. En esa constelación aromática, donde por momentos se percibe un perfume provinciano, emerge la imagen de la madre como el ser que se entrega sin reserva y con amor infinito al cuidado de los hijos. La ternura, la devoción, la admiración, el respeto, la bondad, se mezclan en dos palabras: evocación nostálgica, Sentimiento que desprende, de lo más profundo de nuestro ser, las raíces del recuerdo que hacemos nuestro y que permanece incólume en cada relectura de Constanza. Constanza es un tierno sentimiento infragmentable e irreducible por el análisis siempre victimario y frío. Si se tratase de ideas, a través del lenguaje bien se encontraría un buen grado de precisión; pero al tratarse del corazón, no hay nada equiparable a vivir y recrear el momento y para eso no hay mejor referencia que la obra misma. Por tanto, es necesario poner en el papel unas gotitas de su fragancia y aspirarla, profundamente y con el alma, para impregnarnos de su esencia. Llorando está mamá; sus tristes ojos parecen un precioso manantial, sus lágrimas mansamente caen sobre su negra falda de jerga, como las cuentas cristalinas de un rosario que se desengarzara. * Sigue grave mamá, y a pesar de sus mortales dolencias no murmura una queja; sólo sus ojos tristes, cuajados de ternura, se empapan de cuando en cuando, y al verme lo hace intensamente y levanta su mano amorosa, que apenas sostiene un crucifijo, como esas manos sagradas de las santas bizantinas, y dibuja una dulce bendición sobre mi frente. * Mis dedos amorosamente, dolorosamente, cierran sus ojos cansados. Mis ojos no pueden derramar llanto, pero siento que me sangra el corazón. Se ha dicho que la prueba de fuego que debe superar toda obra literaria para ser considerada como buena es el tiempo. Desde que se escribió Constanza a la fecha han transcurrido ochenta años. La gente cambia con su manera de ver la vida, excepto lo importante. En Constanza se aprecia el valor del respeto al ser que nos dio la vida. Al terminar de leer esta obra descubrimos a un hijo con el alma desgarrada y como una muestra de gratitud me atrevo a decir que inmortaliza el nombre de su Constanza; nombre que por sí mismo resulta demasiado poético y que nos remite en un instante a otro valor: la constancia. Y no hay mejor ejemplo de este valor que la entrega permanente e incondicional de una madre hacia un hijo. Pero, ¿qué puede dar el hijo por la madre? Guillermo da al mundo y sin pretenderlo, en Constanza, a su madre misma. Hoy en día los críticos podrán decir que Constanza es una obra modernista superada y que en su tiempo impactó; podrán enjuiciar fondo y forma, mas no suplantarán el sentimiento de la pérdida de quien nos trajo al mundo en ese momento de ausencia que inicia al dilatarse espacio y tiempo, y que sólo detenemos en una danza a contrarreloj en el recuerdo que evoca la memoria, en el vacío que nos queda al beber de ese amargo cáliz de la ausencia definitiva.
Página 1 / 1
Agregar texto a tus favoritos
Envialo a un amigo
Comentarios (0)
Para comentar debes estar registrado. Hazte miembro de Textale si no tienes una cuenta creada aun.
|