De nada vale sollozar por ti:
No vales ni una gota de mi pena.
Limpié tus pies con un lebrillo
y creí que eras sacrosanta.
Lamento haberme unificado contigo
y haberme recostado a tu vera.
Lamento haberte dado mi empuje imperturbable.
Y donde sólo hubo ímpetu declaré que había amor.
Mas me entregaste un librillo repudiándome,
y te lloré cinco días enteros.
Al sexto día deje de ser alfeñique
y te señalé contraria y réproba.
Hoy me separo de mis llantos
y vuelvo en mí ante el calor solar.
Fuiste un simple alacrán de pasarela:
Mujer ya de poco poderío.
Para ti mi ausencia y desagrado
y escupir tu nombre bajo los palomares.