Cuando la Poesa es un pjaro de fuego o un signo de esta lejana
Publicado en Nov 28, 2009
Cuando la Poesía es un pájaro de fuego o un signo de esta lejanía
El amor no es construcción de lo real. Es, también, sublime acto de dioses enfermos que no cesan de soñarnos. Amor y Poesía son carne y espíritu que se obligan, se aparean en los desiertos y en los bosques más infames. Por eso sus frutos, más allá del delirio, son engendros parecidos a un eclipse o a una gran batalla ocurrida en la médula. Esta ligera introducción no es gratuita si se concibe como una de las formas con que Jorge Castillo Fan construye su poemario Canción Triste de Cualquier Hombre. De un estilo adiestrado en la metáfora relampagueante, este nuevo trabajo es una síntesis de las vibraciones o las resonancias que nos deja el fuego y las cenizas del amor. Todo el canto es una continua representación de dos planos que se oponen en una semiosis infinita, PRESENCIA y AUSENCIA: vértigo y lucidez, luz y sombra. Todas las palabras se envuelven de la misma significancia, se aparean consigo mismas y generan una referencia que no designa lo real, sino que rescatan las imágenes que ellas dejan en los espejos vacíos. Luego son expulsadas al universo. Allí vegetan en su órbita de silencio PRESENCIA: en el aquí es donde se sitúa el Yo lírico después de la digestión convulsa de una referencia amatoria. Desde esta puerta abre sus fauces y se manifiesta al mundo con todos sus elementos sígnicos, es la certeza después de la tormenta: "sólo quedan estos ojos líquidos", "pecho en polvo ", dolor humeante", "Tu cuerpo como piano muerto", "Mi cuerpo era)", etc. Sobre esta impronta donde recorre lo temporal, donde la materialidad significa la finitud que desgasta, genera su opuesto en la AUSENCIA: resultado de la catarsis del fuego irascible que no cesa de calcinar. Tenemos: Mi cuerpo era una voz cuyos jardines manaban miel de encuentro El tuyo era un silencio cuyas dunas blandían hiel de ausencia (Jamás podíamos ser). Es significativo, al igual que en el poemario Lámpara de Fiebre, que los sintagmas estén reflejando siempre esta dualidad de presencia y ausencia al mismo tiempo: Miel de encuentro o hiel de ausencia, por ejemplo. Estas oposiciones son constantes cargas afectivas que postulan un triple significado y que, a su vez, es un proceso: ausencia-presencia-ausencia. El Yo lírico en ciertos momentos está culpando al Tú destinatario de la ruptura de un orden, donde en esa PRESENCIA (acaso el instante) parece existir la ensoñación: "has tomado el desierto/ y no este jardín sincero/ que mis manos crearon para ti". Para esto recurre, repito, a un estilo que se apropia de elementos concretos de la naturaleza, los que son relacionados con nombres o adjetivos que denotan inmaterialidad. Por ejemplo "herencia de la lluvia", "destino de los ojos imposibles", "jardín de sueños", "rayo de silencio", "blanco de tus sueños", "espejo de tu pecho". Nótese que todas estas figuras tienen parecida resonancia y que a la postre son los generadores de una estructura semántica que contribuye a generar la oposición reiterativa de ausencia y presencia, de luz y sombra, de sueño y vigilia. Cuando el Tú destinatario se convierte en una metáfora de la lejanía y de la huella fatal, quedan poemas de corte onírico, de fuerza irracional muy notoria, como en el siguiente: Toda sed tú vagas por las dunas (Un oasis abre el corazón sobre tus huellas) Aquí hay un espejismo creado por tu lengua (En espejos de arena termina el agua trunca) Volverás enloquecida al agua franca (Y este oasis tal vez ya sea otro espejismo). Más allá de las coordenadas que lo asemejan a la poesía de Octavio Paz -en la contemplación dialéctica de la realidad-, el poema presentado resalta por su equilibrio y por la impronta de fatalidad. Oasis, signo representativo del Yo lírico, rechaza desde el presente-espejismo el recorrido del ser amado que pretende el regreso agónico. Ambos terminarán fundidos en su propia contradicción: sus huellas serán sólo los espejismos que las palabras reflejarán como entidades. A lo largo del poemario pesa más la AUSENCIA, la misma que a la postre será una referencia de la finitudes del espíritu: "No llueve: / soy yo". Hasta aquí el discurso culmina con una huella que alimenta la nostalgia y la desolación. Luego, en la parte final, presenta tres poemas en prosa que -siguiendo la misma línea de la surrealidad- descubren el tiempo a través de un crisol definido de silencios y rumores, de alas que parecen sobrevolar alrededor de las palabras; son construcciones cargadas de una misma semiosis: la opacidad de los colores, la recurrencia a lo anímico como excusa. De este modo, Canción Triste de Cualquier Hombre es un himno de la extraterritorialidad. El poeta canta desde el sueño hacia lo real, traza paralelas con palabras que son incesantes y refulgentes antorchas. Todos sus versos acusan el mismo ritmo, se quiebran en cada instante producto de un lirismo que no mira sobre las cosas, sino que las despierta con un toque mágico y demoledor. Da vida a lo oscuro y anuncia la calcinación de lo acaecido. Alguien llora: es señal de que estamos lejos. Ítalo Morales ÍTALO MORALES (Chimbote 1974). Es Licenciado en Educación por la Universidad Nacional del Santa. Ha obtenido varias distinciones en narrativa, como el Primer Puesto en el Concurso de Narrativa Regional Nuevo Chimbote (1998), una Mención Honrosa en el Concurso de Narrativa Lundero (1999) y la II Feria del Libro de Trujillo (2005). Es autor de Días de suerte (1999), Memorias de pagano (2001), El aullar de las hormigas (2003), Camino a los extramuros (2005) y Destierro de Abel (2008).
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Guillermo Capece
nos has dejado con las ganas de conocer algunas de tu poesias; a ver cuando las publicas aquí, ya que se hace dificil conseguir tus libros.
Saludos
Guillermo (Argentina)