Dormí en un anhelo perdido:
Sentí el frío de su altivez al írse.
Me atacaron maléficos pesares
y mi cuerpo se volvió de trapo.
Mis ojos fueron sólo azulejos.
Deje de ser insurrección y criterio.
Fuí entonces parte de la trama.
Fuí derramamiento suspendido en si mismo.
Oí los pasos húmedos de la exiliada
de la sórdida mujer que me diera un mal amor.
Escuché su gélida sonrisa entrecortada
venir desde colinas magras y espectrales:
Estaba preso en mi tosco pasado
mas me desatasqué y huí por una rotura.
La noche tenía la acidez de mil noches
y cruces luminosas bailaban en lo lejano.
Abrí los ojos en el negro primario
y sentí el peso de una lágrima al caer.
Mi yo subió de profundos metales
y dejó escapar un alarido de prófugo.
Era yo quien resucitaba y venía
desde mi esqueleto y mi calavera.
Mientras el mundo proseguía en sus manías
y el cielo se quebraba ya bajo la lumbre.