Nadie está exento de tener tristezas
y, de vez en cuando, algo de felicidad.
Es importante conservar la esperanza
a través de los trances más aciagos y duros.
Hay que abstenerse de averiguarlo todo
y evitar conocer lo muy complicado.
Hay que tramar sólo un día a la vez
e ir, desde la primaria, de la mano de Dios.
Escuchar las quejas del vociferante
y recoger los tornillos que caen de la luna.
Acercarse de cuando en cuando a un rosal
con el alma enteramente libre y viva.
Ver los meteoros y las semillas
y agradecer lo que da el naranjal.
No hacer retención de erradas suposiciones
y aguantar el aplomo de la primavera.
Lo positivo y lo negativo se juntan
para seguirnos hasta el último día
y hacer que nuestra carne viva y sueñe.